Castro de Baroña

Cuando llegas por primera vez al Castro de Baroña imaginas enseguida el pasado celta de Galicia, aquel que proclamaban Curros y Pondal y del que todavía no se tiene certeza. A pesar de que no haya acuerdo sobre si los celtas habitaron tierras gallegas o no, desde luego llevan viviendo muchos años en el imaginario popular. Una gran parte del pueblo gallego los considera sus ancestros y parece improbable que desaparezcan de la memoria de todos nosotros.

Tamara Novoa Alonso
Fotografía: Pío García

Viajando con Pío

Tanto es así que incluso en el himno gallego se hace referencia a los celtas y a uno de sus guerreros, Breogán. Según cuenta la leyenda, el gran conquistador Breogán fundó en el territorio de la actual Galicia la ciudad de Brigantia, y en ella levantó una torre tan alta, la actual Torre de Hércules, que una noche su hijo Ith pudo divisar desde ella la costa verde de Inis Ealga, Irlanda. Hasta allí dirigió su nave y en ese lugar encontró la muerte a manos de los ávidos gobernantes tribales de la isla. En venganza, los hijos de Mil, el nieto guerrero de Breogán, conquistaron la tierra esmeralda. Y es por eso por lo que se dice que los descendientes gallegos de Mil son antepasados de todos los irlandeses.

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Tanto si los celtas estuvieron en Galicia como si no, lo que sí es cierto es que las similitudes entre Galicia y otras regiones celtas como Irlanda, Escocia o la Bretaña francesa están latentes en el clima, la orografía y las propias costumbres. La ubicación del Castro de Baroña bien podía servir de inspiración a los bardos más grandilocuentes.

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El mar batiendo contra la península pedregosa, el sol escondiéndose en el Atlántico o el vaivén de las mareas comiéndole el espacio a los arenales blancos son imágenes capaces de enamorar a cualquiera. En Galicia se han contabilizado más de dos mil castros, todos ellos situados en terrenos elevados, lo que permitía a los pobladores contar con un excelente puesto de vigilancia. Los más conocidos, junto al del Castro de Baroña, son el de Santa Tegra, Viladonga o el de San Cibrao de Las.

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El de Baroña se estructura a partir de un complejo sistema defensivo, con una primera línea de foso y muralla que protege el istmo, seguida de otra que delimita los recintos habitacionales. Se accede por una puerta monumental con escalinata de acceso. En el interior, agrupados en tres plataformas, se encuentran más de treinta estructuras arquitectónicas que se adaptan a la accidentada topografía de la península y son de planta simple, de forma circular u ovalada. La mayoría serían viviendas, aunque algunas servirían como espacio para el desarrollo de actividades artesanales.

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Sin duda el de Baroña es singular por el lugar en el que se encuentra. Edificado a comienzos de la segunda Edad de Hierro, se trata de uno de los castros costeros mejor conservados. A pocos metros del mar, los pobladores supieron escoger un lugar que les proporcionaba comida y era fácil de defender de incursiones externas.

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Esta parte de la península de O Barbanza es uno de los lugares preferidos de hippies, almas libres, marineros en tierra y, en definitiva, de cualquier amante de la naturaleza. Durante un tiempo fue el sitio secreto de aquellos jóvenes más rebeldes que veían en Baroña la representación del linaje celta que los definía como nación. Hoy en día, sin embargo, su visita se ha ido popularizando y es el lugar de recreo de muchas familias en los días de domingo.

También tiene éxito entre los surfistas, que se acercan hasta la playa de Arealonga a coger las olas que rompen contra la península rocosa. Otros asiduos de estas aguas son los delfines, que año tras año se acercan hasta aquí a saludar a los lugareños, haciendo las delicias de los niños y de los no tan niños.

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