Crecente, un sendero hacia lo verde

Crecente, en Pontevedra, es un punto de encuentro entre fronteras que ofrece un retiro espiritual en comunión con la naturaleza.
 Crecente observa el curso del Miño en un paisaje marcado por su posición como punto de encuentro entre caminos ya casi olvidados

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Galicia tiene una relación especial con el cielo nocturno. Hace muchos siglos, las autoridades pensaron encontrar el sepulcro del apóstol Santiago bajo un «campo de estrellas», donde construyeron una basílica. Alrededor del santuario creció Compostela, que hace honor al origen de su nombre.
Muy lejos de la capital gallega se dibuja otro cielo nocturno sobre las tierras de A Paradanta. El municipio de Crecente, en Pontevedra, vive en un punto de encuentro entre las constelaciones de Ourense, Portugal y Pontevedra. El río Miño forma una luna nostálgica que delimita estas tierras, un astro que une y separa a un mismo tiempo.

Rio Miño en Crecente

Me sorprende encontrar Crecente mirando el valle que forma el Miño a su paso, pero sin ser capaz de verlo en ningún momento. Aquí las líneas se diluyen como una barca en medio del agua que forman los boques. Respiro tranquilidad, la calma de una zona de paso que invita a que la descubran.
El municipio tuvo siempre una relación especial con los caminos, en el pasado el Camino Real seguía el curso del río hasta Ourense. Esta ruta comercial y política unía Galicia con Castilla. En aquella época el Miño no era una frontera ni un campo de batalla, tan solo una guía segura para los viajeros que no deseaban perderse.
 
La localidad conserva esa estructura propia de Galicia, en la que la parroquia gana especial importancia y la vida se diluye en el monte. Por los caminos se extienden las iglesias, las casas y las vidas de los habitantes de Crecente. Unas vidas que ven el río y la montaña como guías en la noche.

O Freixo-Crecente
San Pedro de Crecente
San Pedro de Crecente

Subo por la carretera que atraviesa el municipio y serpentea igual que el Miño. El corazón espiritual del valle se encuentra en la iglesia de San Pedro, una antigua colegiata del S. XIV que tiene sus orígenes en los caballeros del Temple.
La necesidad de dar cobertura espiritual a todos los habitantes de la zona dividió el esfuerzo de los religiosos a lo largo del valle. 

La parroquia de O Freixo fue una de las que nació de esta decisión. Cuesta pensar que este lugar fuese decisivo en una guerra, pero fue la actuación de los vecinos lo que inició la derrota de los franceses en la Guerra de Independencia. Solo el pazo de Queimadelos, del siglo XVII, recuerda que esta aldea fue tierra de señoríos.
Los habitantes de Crecente debían suministrar alimentos al cuartel francés de Tui. Los franceses utilizaban esta base en sus esfuerzos por conquistar el norte de Portugal. Un abad local animó a los vecinos a no soportar la opresión de los invasores. Los habitantes de la zona utilizaron lo que tenían a mano para enfrentarse a las tropas del mariscal Soult y, empleando su conocimiento del terreno, fueron capaces de asestar un golpe mortal a la ocupación de Galicia.

San Roque - O Freixo
O Freixo-Crecente

La ruta de Coto da Cruz comienza en la parroquia y da la vuelta por los montes. Me decido a seguir sus ocho kilómetros en busca de respuestas a la personalidad de esta encrucijada. O Freixo no parece abandonar su lado espiritual y desde la aldea me despide la iglesia de San Roque, antigua capilla del pazo de Queimadelos.
Asciendo entre campos y aldeas hasta llegar al bosque, al verde que me protege como un manto. Uno podría quedarse fácilmente en el camino, parado, dejando que la brisa mueva las hojas. Siento la tierra bajo los pies, pero Crecente me lleva sobre una barca en el mar.
Continúo hasta salir de nuevo a un claro. 

La capilla del Cristo de los Afligidos o Cruceiro Quebrado guarda como un centinela el camino. Este santuario construido hace un siglo es el último en llegar a la zona, pero su cruceiro se encuentra sobre un antiguo cruce de rutas del Camino Real. Alrededor de él giran los vecinos en romería en julio.

Capilla del Cristo de los Afligidos
Cruceiro Quebrado

Girar en círculos no se antoja una mala idea. Me dirijo hacia el sol que comienza a apretar y asciendo, siempre hacia arriba. En algún lugar, las decenas de cruceiros que guardan la comarca de A Padaranta me acompañan. Una vez vuelvo a entrar en el bosque son mi guardia invisible.
Continúo hasta llegar a la carretera y asciendo todavía más. La ermita de la Virgen del Camino se encuentra en lo alto como un recuerdo de la ruta de peregrinaje que unió la luna de Crecente con el campo estrellado de Compostela. Data del siglo XIV, aunque ha sido restaurada en diferentes ocasiones. Los vecinos tienen un especial cariño por este santuario que posee sus propias leyendas.

 Se dice que fue un caballero quien lanzó una piedra para marcar el lugar donde se construiría el santuario. No hay ningún relato que relacione esa piedra con la roca sobre la que se levanta el cruceiro románico que guarda el antiguo camino jacobeo. La cruz destaca por su valor artístico y cuenta con las tallas de un Cristo crucificado y una Virgen sujetando al niño.

La ermita de la Virgen del Camino
Cruceiro romanico Virgen del Camino

Ambas figuras observan las dos caras del monte y vuelven a la vida durante las procesiones que se celebran en mayo y agosto.
Descanso en el merendero por un momento, aprovechando que no hay ninguna fiesta y reponiendo fuerzas para llegar al mirador. El sol aprieta un poco, pero el verde me estimula a seguir adelante. 

Avanzo un poco más, tanto coger autobuses en la ciudad hace que mis piernas no aguanten un poco de senderismo.
En el mirador observo las vistas cubiertas por completo por un mar de nubes. Los montes parecen una serpiente que levanta el cuerpo por la superficie. Siento paz, una paz que no esperaba en lo alto.

Ermita de la Virgen del Camino

Debajo del manto de nubes se encuentra la luna de Crecente que dibuja el río Miño. No muy lejos, siguiendo el sendero, se encuentra A Granxa, donde los campesinos hicieron frente al invasor en la Batalla de los Franceses, y así los senderos continúan salpicados por cruceiros, ermitas y bosques.
Dejo que mi imaginación vuele un momento más, solo para encontrarme de nuevo con el impresionante mar de nubes. Un día nublado alejaría las nubes del valle y revelaría las suaves olas que forman los montes. Yo estaría en el mismo punto, inmóvil, subido en una barca que surca el océano verde de Crecente.

Mirador Virgen del Camino