No veo mejor despedida para mi Honda PCX que llevarla a la Ribeira Sacra. Mi compañera de viajes cambiará de manos dentro de poco y haré una última ruta antes de venderla. Además, provecharé para probar las nuevas lentillas que me he comprado. Revisando varias tiendas de lentillas online, me he encontrado con varias, por ejemplo, Vision Direct. Me parece muy cómoda la opción de las lentes de contacto para viajar en moto, evitando la molestia de las gafas dentro del casco. Tras hacerme con mis lentillas baratas online, hoy toca disfrutar del paisaje, de las curvas y de todos los encantos que me ofrece este impresionante rincón de Galicia con el río Sil acompañándome al fondo.
Rumbo a la Ribeira Sacra
La Ribeira Sacra, en el corazón de Galicia, entre las provincias de Orense y Lugo, ofrece un sinfín de posibilidades para hacer rutas en moto. Haré uno de mis recorridos preferidos. Desde el mirador de Cividade hasta el del Xábrega, para terminar en el área recreativa dos Chancís, donde me encontraré con otros amantes de las dos ruedas. Me pongo mi casco, me olvido de las gafas porque ya llevo mis lentillas nuevas, me ajusto los guantes, y… ¡Allá vamos! ¡Rumbo a la Ribeira Sacra!
Mirador de Cividade
Aparco a unos pasos del mirador de Cividade. Me acerco caminando hasta la pasarela de madera y acero. Me concentro para superar mi vértigo porque no quiero perderme esta sensación de estar flotando a cuatrocientos metros sobre el nivel del río. Las vistas merecen mucho la pena. El río dibuja su silueta al fondo y el sonido del agua asciende acompañando mi mirada por las laderas cubiertas de vegetación. Aprovecho para dedicar un rato a mi pasión, la fotografía, antes de volver a subirme a la moto.
Con la moto entre la naturaleza
De nuevo sobre dos ruedas, me preparo para descender por una de las muchas carreteras serpenteantes que se pueden recorrer en la zona. Me divierto trazando curvas limpias, tumbando lo justo, con una conducción suave que me permite disfrutar del paisaje. Bosques de robles, pinos y castaños refrescan el camino. Salpicados aquí y allá, voy admirando viñedos que dibujan pasillos en las laderas de las montañas. Levanto levemente la visera del casco para dejar que me llegue con nitidez el olor de la tierra y los árboles. A lo lejos, escucho unas campanas. La Ribeira Sacra destaca por su imponente naturaleza, pero es que, además, es un enorme museo al aire libre lleno de iglesias románicas que merece la pena visitar.
Mirador sobre el río Xábrega
Mi siguiente parada es casi a pie del río Xábrega, que desemboca en el Sil formando una cascada. Me detengo en el mirador para fotografiar los meandros. Me envuelve el sonido del agua fluyendo a mis pies. Alzo la vista por las paredes rocosas cubiertas de vegetación entre las que se abre paso el cauce del río. Esta es otra de las peculiaridades de la Ribeira Sacra: resultan tan imponentes los miradores que están en las alturas como aquellos que nos dejan contemplar de cerca la placidez del fluir de los ríos que bañan la zona.
Un brindis por mi moto en Os Chancís
Para terminar mi ruta he quedado con un par de amigos apasionados de las motos en Os Chancís. Ellos vienen de visitar los viñedos de Os Peares, otro lugar que me encanta de la Ribeira Sacra, justo donde el Sil se encuentra con el Miño. En el área recreativa de Os Chancís estamos a pie de río. Como vamos a volver a coger las motos, no podemos brindar con un buen vino de la zona, pero sí que hacemos un brindis imaginario por mi moto, por todos los momentos buenos que me ha regalado y por la nueva vida que tendrá.
Haciendo balance
Mientras emprendo el camino de regreso, ha llegado el momento de hacer balance de las lentillas. No hay punto de comparación con las gafas en cuanto a comodidad. Se acabó el incordio de llevar las patillas clavadas en las sienes con el casco ajustado. Además, hay que tener en cuenta la visión periférica. Con las lentillas, la visión no se sale de la lente y nos aseguramos de estar enfocando perfectamente en el punto hacia donde se dirigen nuestros ojos. Por último, estoy encantado de saber que ya no me volverá a pasar lo que me pasó una vez hace poco: aparqué la moto, me bajé, levanté la visera, me quité las gafas, las apoyé en el asiento y me fui sin mirar atrás. No sé quién fue el desalmado que se llevó unas gafas que no le servían para nada, pero a mí me costó un dinero y que mis amigos me colgasen el sambenito de despistado con el que todavía cargo.
Un buen recuerdo
Llego a casa con una sonrisa. Es lo que tiene pasar el día en la naturaleza, que nos da tanto a cambio de nada. Aparco. Me quito el casco y hago el gesto automático de ajustarme las gafas. Por un instante, me sorprende no encontrarlas. Me he adaptado tan bien a las lentes de contacto que ni siquiera recordaba que las llevaba. El uso de las lentillas ha sido todo un acierto. Ha sido un día redondo. Es hora de despedirme de mi moto. Tendrá una segunda vida para llenar de aventuras. En mi memoria queda un estupendo recuerdo de esta ruta por la Ribeira Sacra y me alegro de que otras manos vayan a llevar la PCX a recorrer nuevos paisajes.