Los mejores bosques de Galicia: las Fragas do Eume en A Coruña

Tamara Novoa Alonso
Fotografía: Pío García

Fragas do Eume

Retiro espiritual en las Fragas do Eume

El silencio solo es interrumpido por el murmullo del agua que discurre por el cauce del Eume,  el azotar del aire contra las ramas de los árboles, el crujir de las hojas que yacen yermas en el suelo, el cantar de los pájaros que se esconden entre la frondosidad de robles, castaños, abedules y fresnos. Un silencio que aún no siendo completo emana tranquilidad. Un silencio que nos invita a la reflexión y al goce de nosotros mismos.

Fragas do Eume

Un paseo por los poblados bosques de las Fragas do Eume son el deleite de todos nuestros sentidos. Con el cambio estacional nuestros ojos pasan de percibir una gama de verdes infinitos propios de épocas estivales a los colores anaranjados del otoño, una fiesta de rojos, amarillos, marrones, naranjas y dorados. Con cada bocanada de aire percibimos un olor intenso a hierba fresca, a humedad, a tierra, en definitiva a naturaleza. Y por supuesto el despertar del tacto, el aire frio zarandeando nuestro cabello, los troncos rugosos de árboles milenarios, la frescura de las aguas del Eume o la humedad de nieblas espesas en roce con nuestro cuerpo.

Fragas do Eume

Por los senderos infinitos y laberínticos de sus más de 9.000 hectáreas de bosque nunca harás dos veces el mismo camino. Y caminado, perdiéndote y volviendo a caminar encontrarás escondido en el corazón de las Fragas do Eume el Monasterio de Caaveiro. Un antiguo cenobio con más de diez siglos de historia desde el que podemos disfrutar de los paisajes del parque natural. Sus piedras vetustas se erigen en lo alto de un repecho donde confluyen el río Eume y su afluente el Sesín.

Fragas do Eume

Eremitas y anacoretas llegaron a los más recónditos parajes de Galicia en busca de soledad y recogimiento. En las Fragas do Eume se instaló San Rosendo en el siglo X, acompañado por una pequeña comunidad de monjes benedictinos, fundando el monasterio de San Xoán de Caaveiro. Solo nueve monjes habitaban la abadía, con espacio reservado para caminantes que buscaban el retiro espiritual o pescadores a la caza de la santidad.

Fragas do Eume

Cuenta la leyenda que un día San Rosendo se despertó de mala gana maldiciendo las adversidades meteorológicas. Inmediatamente se percató de su pecado, pues había ofendido los designios de Dios y como penitencia tiró su anillo episcopal al río Eume. Siete años más tarde, el cocinero del monasterio estaba preparando un salmón y encontró el anillo del Santo por lo que este entendió que sus penas había sido expiadas.

Fragas do Eume

Ya en la Edad Moderna, el número de monjes se redujo a seis, la vida monástica se fue apagando hasta desaparecer en 1762. El monasterio quedó abandonado hasta que en el siglo XIX, el abogado eumés Pío García Espinosa intentó su primera restauración. Aunque hoy permanece deshabitado ha sido rehabilitado y está abierto a visitas y rutas guiadas.

Monasterio de Caaveiro

La fuerte pendiente del terreno en el que está construido este conjunto arquitectónico de estilo románico influye en su arquitectura. Por eso la gradación en cinco terrazas, el desarrollo de dos edificio en altura y el muro de contención. Los elementos más destacables son el ábside, la iglesia principal o colegial y la torre campanario anexionada al tramo recto del ábside. Y es desde lo alto del monasterio observando la inmensidad verde que nos rodea que entendemos el motivo que llevó a aquellos monjes benedictinos a elegir las Fragas do Eume hace ya más de ocho siglos.


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