Algar Seco

Algar Seco. Tenía una cuenta pendiente con el Algarve. Como tantos otros gallegos, estoy acostumbrado a cruzar cada poco la frontera del Miño para aventurarme en el país hermano, pero hasta ahora mis incursiones sureñas no me llevaran más allá de Lisboa.

Quizás fueran las horas de coche, quizás me tiraba un poco para atrás la popularidad internacional de la zona, el miedo a que los complejos hoteleros y los campos de golf consiguiesen eclipsar los innegables atractivos naturales de la zona.

Marcos González Penín
Fotografía: Pío García

Carvoeiro Algarve
Forte de Nossa Senhora da Encarnaçao Algarve

Pero nada más lejos de la realidad. El Algar Seco fue mi primera parada en el Algarve, el lugar que me demostró que mis miedos eran infundados. Que si tantos turistas eligen cada año este rincón de Europa para sus vacaciones es por algo. Que el bello contraste entre las rocas doradas y el azul del Atlántico iba a hacerse un hueco en mi memoria. Que yo también me rendiría ante los encantos del Algarve. 

ALGAR SECO Algarve

El Algar Seco. La pasarela junto al acantilado

Dejo el coche en el parking del Forte de Nossa Senhora da Encarnaçao, blanco testigo de una época en la que la costa tenía que protegerse de los ataques de piratas y navíos ingleses.

Desde este antiguo puesto de vigilancia me asomo por primera vez a la costa del Algarve, contemplo una sinuosa línea de acantilados que se recorta contra la inmensidad del océano, un hermoso universo reducido a dos colores que se extiende hasta donde me alcanza la vista en ambas direcciones. 

ALGAR SECO Algarve

Como en tantas otras ocasiones, siento la familiar atracción del abismo, las ganas de pasear por este punto fronterizo entre la tierra y el océano. Y afortunadamente lo voy a tener fácil. Porque del lugar donde me encuentro parte una cómoda pasarela de madera que me guiará por el Algar Seco, serpenteando en el mismísimo borde del acantilado y garantizándome una vista inmejorable. 

Algar Seco Algarve

El paseo tiene menos de un quilómetro, si apuramos el paso puede completarse en menos de diez minutos, pero os llevará bastante más tiempo si, como en mi caso, sentís la necesidad de pararos cada poco a sacar una foto o simplemente disfrutar del paisaje. 

Algar Seco Algarve

El Algar Seco. El descenso entre las rocas

Aunque sin desmerecer para nada el paseo, para mí no deja de ser un aperitivo, siento la necesidad de acercarme aún más a las paredes de roca que me han acompañado a lo largo del camino. Las pasarelas me han dejado en el corazón del Algar Seco, una zona donde la erosión ha sido especialmente creativa, dejando una infinidad de cuevas, túneles, pozos….

Una verdadera fantasía natural de rocas calcáreas repletas de agujeros, hacia la que ahora desciendo siguiendo unas escaleras de piedra que se abren paso entre las rocas. 

Algar Seco Algarve

Poco a poco las paredes me rodean, ocupan mi campo visual, llegan incluso a cubrir mi cabeza cuando la bajada se convierte en un estrecho pasadizo. Por momentos podría parecer que camino hacia las profundidades de la tierra, pero la constante presencia del océano se encarga de convencerme de lo contrario. En ocasiones es solo una mota de azul que se vislumbra a través de un agujero en la roca.

Otras reaparece de repente tras un giro del camino, con sus tonos de azul confundiéndose con el cielo del horizonte. Incluso cuando un breve túnel consigue hacerlo desaparecer de la vista, sigue haciéndose notar con el agradable rumor de las olas golpeando contra la costa, reafirmando su dominio sobre el rocoso paisaje. 

Algar Seco Algarve

Solo cuando llego al final de mi bajada cambian las tornas. Porque en este punto concreto parece que la tierra firme ha ganado la batalla, encerrando al todopoderoso océano en una pequeña piscina natural, en la que las aguas se arremolinan furiosas entre las porosas rocas, como deseosas de encontrar un camino de regreso hacia la inmensidad del Atlántico. 

Algar Seco Algarve

He tenido suerte, el flujo de las mareas hace que en ocasiones la piscina se quede seca. Así que aprovecho, me siento y disfruto del pintoresco paisaje, me relajo escuchando el sonido de las olas y la fuerza del viento, que ajenos a mi presencia continúan con su milenaria labor de lenta erosión sobre las rocas. 

Algar Seco Algarve

La cala de los piratas

La pausa se alarga algo más de la cuenta, puede que la subida por el escarpado acantilado no me apetezca tanto como la bajada. Pero en cuanto venzo a la pereza las piernas me responden, para cuando llego arriba he decidido posponer el regreso al coche y seguir explorando una costa que todavía tiene mucho que ofrecerme. 

Praia de Vale Covo Algarve

Algar Seco. Sigo mi viaje hacia el este, contemplando acantilados que en ocasiones se alternan con la verde vegetación y las blancas casas que proliferan junto a la costa, aportando algo de variedad cromática al paisaje. Caminando llego hasta el entorno de la Praia de Vale Covo, una pequeña cala rodeada por acantilados, con un enorme peñasco alzándose frente a ella desde el agua  y una gigantesca gruta abriéndose en uno de sus laterales. 

Praia de Vale Covo Algarve

La imagen es de película, esta cala bien podría pasar por un refugio secreto de piratas en el Caribe. De hecho apenas me sorprendo cuando se acerca surcando las aguas un navío de aspecto antiguo, enarbolando la mítica bandera negra, con calavera y todo. Aunque probablemente sean turistas visitando las cuevas del litoral del Algar Seco y no bucaneros en busca de botín, no se puede negar que le dan un toque a la estampa. 

Algarve

Atardecer en el faro

Algar Seco. Con tanto contemplar el horizonte e imaginar asaltos piratas, la tarde se me ha ido agotando. Probablemente debería ir pensando en dar media vuelta, pero el entorno ha conseguido atraparme. La caída del sol ha transformado el paisaje en un abrir y cerrar de ojos, de repente los azules del mar se han vuelto más oscuros y las rocas han tomado un matiz dorado que solo palidece ante el intenso naranja del cielo que me recibe cuando llego a la punta del Faro de Alfanzina. 

Faro de Alfanzina Algarve

No puedo evitar quedarme boquiabierto, sobrecogido por la belleza de este atardecer sobre el Atlántico. La luz del ocaso lo ha transformado todo, incluso el barco turista-pirata ha ganado una nueva dignidad, convirtiéndose en una sombra negra que se recorta majestuosa sobre el fondo del océano. Pienso que hemos comenzado bien, el Algarve y yo. Creo que voy a disfrutar explorándolo. 

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Faro de Alfanzina Algarve