Museo provincial de Zamora. Siempre vuelvo a Zamora. No me preguntes por qué, pero cada pocos meses mis pasos me llevan de vuelta a la ciudad, como si de una migración estacional se tratara. Tardé mucho tiempo en descubrirla, convencido de que se trataba de una pequeña urbe castellana sin mucho que ofrecer.
Fran Zabaleta
Fotografía: Pío García
Qué equivocado estaba. Muy al contrario, Zamora es una ciudad que no para de ofrecerte nuevas miradas y experiencias. Una ciudad pausada y tranquila, sí, pero también viva y rebosante de interés cultural y artístico.
Y de historia, cómo no. Y la historia, lo sabes bien, es el alma de las piedras…
Museo provincial de Zamora: el palacio del Cordón
En esta ocasión, mis pasos me han guiado, como si un imán los atrajera, hasta la plaza de Santa Lucía, en pleno casco antiguo de la ciudad. Se han detenido ante una hermosa construcción que refleja de forma muy ajustada el espíritu de la ciudad, ese equilibrio tan logrado entre el pasado y lo contemporáneo, entre la historia y la actualidad: el palacio del Cordón, una obra señorial del siglo XVI, ahí es nada, precedido por una magnífica portada enmarcada por el cordón franciscano que le da nombre y coronada por los escudos de los nobles que la mandaron construir.
Como te decía, este soberbio palacio es una muestra del perfecto equilibrio entre la historia y la actualidad. Y lo es porque la obra original ha sido complementada de forma muy acertada con un nuevo edificio cúbico que amplía el espacio expositivo sin romper la armonía del entorno.
El palacio renacentista, el edificio contemporáneo y la vecina iglesia de Santa Lucía, desacralizada y convertida en parte del museo, forman un conjunto de gran belleza y un espacio inmejorable para mostrar al visitante la riqueza histórica de la ciudad que lo alberga.
Un museo para una provincia
Museo provincial de Zamora, no solo muestra la historia, también la tiene: siglo y medio ya desde que fue inaugurado por un rey Borbón recién llegado a España, Alfonso XII, allá por 1877. Desde sus orígenes tenía clara su vocación: servir de sede para todos los elementos artísticos y culturales y todos los restos arqueológicos de la provincia. Convertirse en una institución estudiosa de la historia local que, como bien sabes, es la base indispensable de cualquier historia general.
Y es que este museo, como muchos otros similares en tantas otras ciudades, es una de las piedras angulares de nuestro conocimiento de la historia: en ellos se guardan, conservan, restauran y estudian los restos que tantas épocas lejanas han dejado en la ciudad y su provincia. Solo gracias a su labor podemos ir juntando las hebras de nuestra común historia hasta obtener un tapiz que muestre la escena completa.
El espacio expositivo histórico
Nada más entrar llama la atención el diseño del espacio, su armonía y equilibrio, el juego de elementos clásicos y contemporáneos. Como suele suceder con sus primos hermanos los museos provinciales, también este consta de dos secciones, una dedicada a la historia y la arqueología y otra a los fondos artísticos provinciales. Aunque, por supuesto, también hay sala de exposiciones temporales, un salón de actos y la correspondiente biblioteca, espacios todos a los que se accede por la portada principal del palacio del Cordón.
Si se accede al edificio por la entrada situada al lado de los pies de la iglesia de Santa Lucía, a la que se llega bajando la cuesta de San Cipriano, accederemos directamente a la exposición permanente, que se encuentra organizada en dos plantas comunicadas por rampas.
Museo provincial de Zamora, la visita está pensada para seguir el curso de la historia desde sus inicios. Por eso, lo primero que se encuentra el visitante es la sección de arqueología, dividida en cuatro salas.
La primera se corresponde con el Paleolítico y Edad del Bronce, con un abundante muestrario de los restos más antiguos de la provincia, una colección de industrias paleolíticas, ajuares de dólmenes y túmulos funerarios y materiales, cerámicos sobre todo, hallados en los yacimientos del calcolíico.
La sala II agrupa los restos de la Edad del Hierro, entre los que destacan diversas muestras de cerámica celtibérica de Magnaneses de la Polvorosa y un vaso pintado procedente de La Aldehuela, en esta misma provincia de Zamora. También se exponen aquí los tesoros I y II de Arrabalde, magnificas muestras de orfebrería celtibérica.
La sala III nos lleva a la época de la conquista y dominación romanas. Aquí llama la atención un conjunto de cerámicas de paredes finas de Melgar de Tera y dos grandes mosaicos geométricos procedentes de la villa bajoimperial de Santa Cristina de la Polvorosa.
La última sala de esta sección es la IV, en la rampa de subida a la planta superior, en la que se exponen estelas funerarias.
De ahí pasamos al nivel intermedio. La sala V se dedica al período medieval y moderno. Se trata de una sala recogida, con hermosas piezas entre las que destacan los capiteles de Camarzana de Tera, las placas marmóreas de Pozoantiguo o la celosía de Cañizal. En el medio de la estancia, un sarcófago hallado en Villalazán nos habla de las prácticas funerarias de la época y, como testimonio de épocas más recientes, destaca un conjunto de loza de los siglos XVIII y XIX procedente del monasterio de Moreruela.
El resultado es un interesante viaje en el tiempo que nos permite comprender mejor la evolución histórica de Zamora y que nos ayudará a disfrutar más de nuestra visita a la ciudad.
Museo provincial de Zamora: el espacio expositivo artístico
La planta superior está dedicada a las Bellas Artes, con especial dedicación a la escultura y la pintura de la provincia. La exposición agrupa obras religiosas de la Edad Moderna y cuenta con algunas piezas destacables, como un san Lucas gótico de mármol o una imagen de santa Catalina de Alejandría.
Respecto de la pintura, que se expone en dos salas del piso superior, destaca también, cómo no, la abundancia de temática religiosa, inevitable durante gran parte de nuestra historia. Entre ellas llama la atención una tabla hispanoflamenca del Descendimiento y algunos lienzos barrocos procedentes del extinguido monasterio de San Jerónimo.
Sin embargo, reconozco que mi sensibilidad tira poco por la imaginería religiosa y disfruta mucho más con la obra civil. Así me llaman mucho la atención las obras del escultor zamorano Eduardo Barrón, entre las que sobresale por méritos propios la solemne escultura Nerón y Séneca, obra realizada en 1904, que muestra al filósofo ejerciendo de maestro del futuro emperador. Así también me atraen las obras del valenciano Mariano Benlliure, o un ejemplo de la obra de Baltasar Lobo, magnífico artista que cuenta con un museo específico a él dedicado en la ciudad.
Una escena familiar
Sin embargo, cuando ya creo que se acaba la visita me llevo la gran sorpresa de la jornada: la imponente, sobrecogedora imagen que decora la última sala del museo, dedicada a la historia de la ciudad. Se trata de una gran fotografía en blanco y negro titulada Escena familiar y que es obra de José Gutiérrez Filuco y Heinrich Kühn. Una escena de principios de siglo que sobrecoge por la miseria en la que viven sus protagonistas, pero también por la ternura con que los artistas congelan el instante, sobreponiéndose a la tentación dramática. Una imagen que refleja un tiempo afortunadamente ya ido, pero que sirve de magnífico túnel en el tiempo, de asombrosa ventana al pasado.
La iglesia de Santa Lucía
Antes de abandonar el museo, me dirijo a la cercana iglesia de Santa Lucía, hoy convertida en almacén visitable y que alberga una impresionante colección de lápidas y piezas de gran formato, desde estelas romanas a elementos arquitectónicos, restos arrojados en la playa de la historia por la marea del tiempo.
Pero la visita se acaba ya. Salgo del museo convencido de algo que ya sabía, y que ya te he comentado más de una vez: sí, Zamora es una ciudad que siente amor por su pasado, que lo muestra con orgullo y con la convicción de que solo conociéndolo podemos entender nuestro presente.
De ese pasado nos habla con elocuencia este Museo provincial de Zamora que acabo de visitar, en el que la historia y el arte, convertida la primera en memoria de piedra y el segundo en formas y color, nos remiten a unas gentes inquietas y a una sociedad pujante, que se siente a gusto consigo misma, satisfecha de sus logros y dispuesta a avanzar.
Te lo decía al principio: siempre vuelvo a Zamora. Pero no me preguntes por qué, mejor vente tú también y así lo entenderás…
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