Al entrar en la finca donde se halla el Pazo de Castrelos no cuesta imaginarse la vida refinada de la que disfrutaban sus moradores hasta bien entrado el siglo XX. Cenas con otros aristócratas, mujeres tomando el té en la sala dorada mientras los hombres discutían los asuntos importantes en la biblioteca y fiestas en el jardín en las que se daba cita la alta sociedad viguesa.
Tamara Novoa Alonso
Fotografía: Pío García
La última residente del Pazo de Castrelos fue Marianne de Whyte, una aristócrata inglesa que dejaría su huella en el palacio. Era la viuda del noveno marqués de Valladares, heredero del pazo. Tras la muerte del marqués, la propiedad pasó de nuevo a manos de su padre, el marqués de Alcedo, que decidió donar la casona a la ciudad de Vigo con la condición de que se utilizase como museo municipal. Marianne, que quedó como usufructuaria, continuaba pasando en Vigo largas estancias con su segundo marido hasta que, debido a la presión municipal, la noble inglesa dejó de venir.
Se llevó todo con ella, excepto dos elementos: la lámpara de Murano que todavía se conserva en el comedor principal del edificio y el retablo de la capilla.
Sin embargo, su paso se hace evidente al visitar el Quiñones de León, porque, aunque se trata de un palacio tradicional gallego, incorpora varios elementos de estilo inglés, como las escaleras interiores o el recubrimiento de madera de las paredes. Además, el inmueble contaba con una pista de tenis, la primera de España, fruto de la gran afición de Marianne por este deporte, y una mesa de billar, afición atípica entre los gallegos de aquella época.
En 1937, gracias en parte al empeño de Gregorio Espino, que había sido alcalde de la ciudad, el pazo Quiñones de León abrió sus puertas como museo municipal de Vigo. El primer obstáculo que tuvieron que librar para inaugurarlo fue el de dotarlo de contenidos. El inmenso legado que Policarpo Sanz había donado a la ciudad fue el gran aliado del museo. Un total de ciento diez cuadros de este indiano y gran benefactor de la ciudad se exponen hoy en las paredes del Pazo de Castrelos. A ellos se le han sumado obras del depósito del museo del Prado o del Reina Sofía.
Los cuadros están distribuidos por contenidos. Así, en el despacho del administrador, que encontramos según entramos a mano derecha, se exponen los desnudos: en aquella época era común que los cuadros que representaban el cuerpo femenino estuvieran en las estancias frecuentadas por hombres. En el comedor principal encontramos los retratos de los grandes benefactores de la ciudad, entre ellos el propio marqués de Valladares, Policarpo Sanz, García Barbón o Tomás Alonso. También hay una sala dedicada a pintura francesa en la que destaca un Fragonard o La muerte de Cleopatra y La muerte de Lucrecia, de Troy. La sala contigua está dedicada al arte religioso. Entre las obras españolas destaca el boceto de Luis IV a caballo de Goya. La exposición la completan obras de autores gallegos: varios frescos de Lugrís decoran la escalinata.
Además de la pinacoteca, el edificio recoge una ingente cantidad de obras plásticas como muebles, jarrones, tapices, vajillas de Sargadelos y diferentes enseres.
El ala este del Pazo de Castrelos está destinada a museo arqueológico de la ciudad. Dividido en tres partes, a medida que lo recorremos avanzamos por la historia de Vigo.
Comienza con restos arqueológicos que se remontan a la prehistoria, a continuación recoge elementos de la cultura de los castros y por último hace hincapié en el paso de los romanos por la ciudad olívica. Lo más destacable de esta parte son las estelas funerarias que se encontraron en la necrópolis de Areal. A través de ellas nos acercamos a los cultos funerarios de nuestros antepasados. Atrae la curiosidad del visitante los restos del esqueleto de un bebé en el interior de un ánfora, que era donde acostumbraban enterrar los cadáveres de los recién nacidos.
El Pazo de Castrelos tiene sus orígenes en la antigua torre de Lavandeira, que fue incendiada tras uno de los varios enfrentamientos con los portugueses. En 1670, el general Juan Tavares se encargó de la primera gran reforma del pazo. Por entonces era utilizado como hacienda, y estaba rodeado por grandes fincas dedicadas a la agricultura y al ganado. En el siglo XIX, el edificio sufrió una segunda gran reforma que le dio el aspecto actual, y la huerta que rodeaba la casa solariega pasó a ser un jardín construido en varios niveles.
Actualmente el Pazo de Castrelos es uno de los lugares preferidos por los vigueses para pasear por sus jardines en las tardes soleadas. Además, junto a él está el parque de Castrelos, uno de los pulmones verdes de la ciudad. Sin duda, un imprescindible en nuestro paso por Vigo que nos sumergirá en las entrañas de la historia olívica en un paraje de gran belleza.
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Museo Municipal de Vigo “Quiñones de León”
Parque de Castrelos s/n. 36213 Vigo
Tels.:(+34) 986 29 50 70 / (+34) 986 29 50 75
Fáx:(+34) 986 23 93 72
www.museodevigo.org
Horarios
MUSEO (Exposición permanente)
Martes, jueves y viernes:10.00 – 14.00 h
Sábados:17.00 – 20.00 h
Domingos y festivos:11.00 – 14.00 h
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