Puente medieval situado sobre el río Deza en las inmediaciones del Monasterio de Carboeiro, dice una antigua leyenda:
«El monasterio de Carboeiro, en su época uno de los más ricos de todo el país, pasó por grandes dificultades en su origen. No era fácil encontrar hombres que supieran trabajar la tierra, el dinero era escaso y los monjes pasaban grandes dificultades. Hartos de soportar estas penalidades, decidieron hacer un trato con el demonio, del cual se encargó el hermano Ramón un viernes. El demonio, como buen constructor, levantaría un monasterio de sólida piedra entre el viernes y el domingo por la mañana; a cambio, llevaría consigo todas las almas que falleciesen ese domingo. El demonio aceptó, con reticencias, pues era conocedor de que los monjes poseían el salterio de San Cipriano, el cual lo espantaba y lo atormentaba si se presentaba. Pero la sinceridad del hermano Ramón lo convenció. El demonio construyó el hermoso santuario y se puso a la espera de su recompensa. Lejos de cumplir el trato, el abad mayor echó mano del salterio, produciendo tal enfado en el demonio por sentirse engañado que intentó derribar el monasterio, pero entre el miedo al salterio y la buena obra que había hecho le resultó imposible. Cuando, siglos más tarde, el salterio fue llevado a Toledo, el demonio sopló una pavorosa tempestad sobre el monasterio que lo convirtió en las ruinas que vemos hoy en día, cumpliendo su venganza»
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