Monasterio de Montederramo
Este monasterio medieval benedictino fue reconstruido entre los siglos XVI y XVII. Se atribuye su fundación a doña Teresa, la hija de Alfonso VII, para traer monjes franceses.
En la Ribeira Sacra no existen los días mediocres. Ni las condiciones climáticas podrían impedirnos disfrutar de vistas que parecen no tener punto final o donde la naturaleza se muestra en su culmen de esplendor, sea la época del año que sea. Aunque confesamos que el otoño es digno de conocer en este rincón del planeta. Es la época de la vendimia, de la recogida del vino culpable (solo en parte) de la gran popularidad de la zona. Pero, en realidad, sobran motivos para la buena fama de la Ribeira Sacra, tantos, que podríamos enumerarlos todos en una lista de lugares de ensueño que visitar y sería casi infinita.
Este monasterio medieval benedictino fue reconstruido entre los siglos XVI y XVII. Se atribuye su fundación a doña Teresa, la hija de Alfonso VII, para traer monjes franceses.
La fuerza de la naturaleza y el trabajo del hombre se dan la mano en la Ribeira Sacra. Ven a empaparte de verde y disfruta del arte como si estuvieras en un gigantesco museo al aire libre.
Santa Tegra de Abeleda se encuentra en plena Ribeira Sacra, en un paisaje de frondosos bosques inclinados sobre el río, viñedos y pequeñas joyas arquitectónicas. Allí se celebra cada agosto la Festa da Luz, en la que sigue viva una tradición muy especial: la Danza das Cocas.
Escenario de obras literarias, como “Todo esto te daré”, de Dolores Redondo, ganadora del Premio Planeta 2016, o de la novela de Xavier Quiroga que lleva el mismo nombre, O Cabo do Mundo no solo figura en el mapa sin más, sino que es una de esas excepciones en las que la realidad supera la ficción.
La sombra de un viejo roble que nos triplica la edad es el punto de partida para nuestra ruta de hoy. Nos encontramos en la Ribeira Sacra, en el municipio de Sober. La naturaleza y el arte nos esperan aquí con los brazos abiertos.
Cierro los ojos y pienso en todo lo que nos espera hoy: paisaje, descanso, gastronomía, aventura, recogimiento, naturaleza, cultura. Parece imposible que un mismo lugar pueda reunirlo todo, pero es que estamos en la Ribeira Sacra, preparados para comprobar que los días perfectos existen.
Existen muchos tonos de verde. El verde musgo, el esmeralda, el trébol… Yo añadiría otro tono a la lista: el verde Galicia.
Con la sensación de que la vista nos alcanza hasta el infinito, empezamos la ruta de hoy en el mirador de Cividade, en el corazón del Sil, sintiéndonos en plena explosión de la naturaleza, donde el río gana cada día su lucha milenaria por abrirse paso entre la piedra.
Entusiasmada por estar de vuelta en la Ribeira Sacra, respiro hondo para dejar que el aire puro me cale hasta los huesos y emprendo mi ruta de hoy. Lo primero que siento es la sensación de que mis pasos se amortiguan al pisar la tierra, tan diferente del asfalto.
Hoy voy a cambiar el pavimento por la tierra, el ladrillo por la piedra y la contaminación por el aire puro. Me he dejado el móvil en casa y voy, como en la novela de Susana Tamaro, «donde el corazón me lleve». Cuanto más conozco Galicia, más me angustia esa idea de Sócrates de lo que me falta por conocer.