Salvaterra de Miño y Monção: las dos caras del mismo río

Durante siglos, Salvaterra de Miño y Monção se miraron con desconfianza desde lo alto de la frontera amurallada, solo para descubrir que eran hermanas de río.
De pequeño me fascinaban las fronteras. Recuerdo seguir las formas y líneas entre país y país: los ríos, montañas y valles que cortaban la tierra por la mitad. No era la misma sensación cuando se veía el corte solitario del país en una hoja blanca.

Salvaterra

Salvaterra

Sentía que faltaban bordes que tocasen con bordes. Lo mismo sentía sobre vivir en Galicia y no haber visto nunca el límite con Portugal.
 El río Miño se convirtió, por sentido común, en la frontera natural entre los reinos de Castilla y Portugal, así como uno de los mayores puntos de fricción en sus intereses militares. Ambas fuerzas se expandieron a uno y otro lado, en un tira y afloja que solo marcaba qué señor tenía tal tierra, pero sin llegar a poseerla nunca.

Monção

Monção

Como cualquier línea imaginaria que traza el hombre, el Miño continuó siendo durante siglos el punto de unión de realidades comunes, aunque estuviesen marcadas por el antagonismo. La frontera amurallada entre Salvaterra de Miño en Pontevedra y la localidad lusa de Monçao es un gran ejemplo.

Río Miño

Río Miño

Durante siglos las dos ciudades se miraron con desconfianza, mientras servían de escenario en las rencillas internas de sus reinos o en los conflictos exteriores entre estos. Sin embargo, tanto su arquitectura como sus bodegas demuestran que ambas caras del rio son en realidad una misma.

Jardines de A Canuda

Jardines de A Canuda

Un paseo por los jardines de A Canuda en Salvaterra de Miño sirve para darse cuenta. La tranquilidad del estanque y la naturaleza no deja de ser un espejo de la la paz que habita en la zona. El parque invita a seguir el río que corre paralelo mientras se respira un aire frío de otoño.
La localidad pontevedresa no puede escapar de su propio pasado, y la fortaleza lo domina todo desde lo alto de un monte en el centro de la población. A diferencia del mapa, el castillo de Salvaterra y su muralla sí que me hacen sentir que estoy en una auténtica frontera.
Esta fortificación se remonta a la Edad Media, cuando fue escenario de numerosas batallas con el vecino del sur. La reina Urraca vivió aquí mientras se enzarzaba en guerras contra su hermana, la condesa de Portugal, y de ahí que también se le llame «Castillo de doña Urraca».

Fortaleza de Salvaterra

Fortaleza de Salvaterra

Durante los siguientes siglos, la fortaleza de Salvaterra de Miño, siguió siendo protagonista de estas luchas. Los portugueses la conquistaron en el siglo XVII, la ampliaron y le dieron el aspecto actual. Los lusos dejaron otros recuerdos de su estancia, como los tres escudos sobre la muralla o la hermosa capilla de la Virgen de Oliveira, escondida tras la entrada.
Dentro del recinto amurallado se encuentra la iglesia de San Lorenzo, una memoria de los tiempos medievales. La parroquia nació con estructura románica y las remodelaciones posteriores le dieron su aspecto renacentista. Dentro contiene un retablo del siglo XVII y una talla de Cristo que la convierte en algo atemporal.
La fortaleza conserva todavía las cuevas de doña Urraca, parte del pazo en el que habitó la reina en su larga contienda con la condesa de Portugal. Es como viajar en el tiempo, ya que casi no hubo modificaciones desde su época y conserva una escalera de caracol única.
Se necesita dar un último paseo por las murallas para que el Miño se revele con toda su belleza y calma.

Iglesia de San Lorenzo

Iglesia de San Lorenzo

El puente se proyecta sobre las aguas y me decido a descubrir qué hay al otro lado. Es una sensación extraña cruzar una frontera por primera vez. Solo escucho el rumor del Miño y de algunos coches. No siento que el aire sea diferente, ni que los árboles sean menos verdes.
 Es difícil pensar que hubo un tiempo en el que Monção miraba con desconfianza el otro lado del río. Sin embargo, a día de hoy los árboles cubren la visión defensiva y solo se respira la brisa fluvial. La paz reina sobre las murallas en una de las alamedas más hermosas que he visto en mi vida.

Iglesia Matriz – Monção

Iglesia Matriz – Monção

Me paro al lado de una garita y me imagino protegiendo la frontera. Miro al otro lado y espero que se acerquen enemigos corriendo colina abajo, suenen cañones o tambores.
No ocurre nada. La guerra es una cosa del pasado, y del castillo no queda más que un recuerdo. Todo se queda en silencio bajo la mirada al río.

Iglesia Matriz – Monção

Un pequeño grupo de turistas camina detrás de mí y una pareja discute en portugués. Supongo que esas son las pequeñas diferencias, aunque un avión cruza la frontera en el aire sin pedir permiso.
Desde ahí arriba se ve igual que desde la garita, es toda una misma tierra. No me extraña que les costase tanto retener una conquista a un lado u otro de la orilla, no había gran diferencia.

Muralla de Monção

Muralla de Monção

Cambio de aires y me dirijo al palacio de Brejoeira, a las afueras de Monção, en la parroquia de Pinheiros. Es más coherente con la naturaleza actual de la localidad. Lejos de ser un edificio castrense, el palacio se construyó a principios del siglo XIX para una familia burguesa. Su estilo neoclásico y el vino que produce son emblemas de la región del Alto Minho. 
Por fuera me recordó a un pazo gallego, con los jardines y los viñedos esperando su estación. La sensación más extraña es la de cruzar la frontera y ver algo parecido con la sensación de haber explorado algo absolutamente nuevo.

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Palacio de Brejoeira - Monção

Palacio de Brejoeira - Monção