Suso de Toro en Santiago de Compostela

“Santiago es Literatura”, Suso de Toro

Desde niño, una de sus aficiones ha sido pasearse por los escaparates de las librerías de la Rúa do Vilar. Lo que nunca pensó es que algún día allí reposarían sus novelas. Cuando pasó por delante de su tienda de libros preferida y vio Caixón de Sastre en la vitrina, Suso de Toro se sintió del todo gratificado. Un sueño se había hecho realidad. Hoy son ya más de treinta las novelas que ha publicado y ha recibido, entre otros premios, el Nacional de Literatura. Aunque en los últimos años se ha alejado de la vida de escritor para volver a dedicarse a la enseñanza, de Toro nos anuncia que pronto saldrá publicado un nuevo libro y es que «cuando algo queda sin contar acaba por salir y hay que echarlo fuera», explica.

Tamara Novoa Alonso
Dirección y fotografía: Pío García

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Un libro en el que otra vez habrá historias ubicadas en Santiago. No podía ser de otra manera porque Compostela es la ciudad que él mejor conoce, es su ciudad. Y, como el mismo afirma, «la capital gallega es literatura. Es mito, es leyenda, es historia de la Europa medieval de los peregrinos y de la Galicia que soñaban los románticos en el siglo XIX».

Todo ello inunda las novelas de Suso de Toro en las que no puede dejar de hacer referencia a esa Compostela. El ejemplo por antonomasia es Trece badaladas, una trama cargada de misterio que parte de la leyenda de que al soplar el viento del sur la Berenguela toca trece campanadas, abriendo así paso a una hora más, la hora del diablo. Una leyenda que él mismo se inventó y que ahora cuentan como verídica los guías a los turistas. Algo que enorgullece al escritor y pone de manifiesto que así como él es influenciado por su ciudad, Santiago comienza a ser influenciado por el propio Suso de Toro.

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Suso de Toro es de esas personas que no dejan indiferente. Controvertido por sus opiniones, ha adoptado siempre una posición en defensa de Galicia y ha utilizado su estatus de personaje público para que su mensaje llegue más lejos. Aunque ha abandonado sus características gafas de sol y sombrero, su particular atuendo todavía pervive en el imaginario popular.

Al recorrer las calles compostelanas, los recuerdos y los datos históricos se agolpan en su memoria. Uno de los puntos clave en el Santiago del novelista es la Facultad de Geografía e Historia, un edificio que lo marcó de niño y en el que de mayor ocuparía una silla como estudiante. De pequeño vivía en una de las calles aledañas a la facultad y con los amigos jugaba a colarse en el edificio, en el que correteaban por los pasillos burlando al conserje.

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También recuerda con cariño la feria que se celebraba los jueves en la Alameda. El parque por antonomasia de los compostelanos acogía antaño un gran mercado tradicional en el que se vendía todo tipo de animales y alimentos. Suso explica que «se transformaba durante unas horas en una ciudad medieval». Aquí se mezclaba la Galicia urbana y la rural que tan bien retrata en sus novelas.

Ya en la adolescencia, Suso de Toro descubrió el Franco. La calle simbolizaba para el escritor la entrada en el mundo adulto. Sin embargo, el Franco ha pasado a ser hoy en día la calle turística por excelencia. Por eso recomienda a los viajeros que se adentren en el casco histórico, que vayan un poco más allá de las fotos típicas y de las plazas atestadas de viajeros, porque aunque pueden tener su encanto «Santiago no se acaba en ellas».

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Otro edificio emblemático para Suso de Toro es San Martín Pinario, origen durante años de una de las imágenes que mejor representaba la Compostela religiosa. «Era la fábrica de curas de la época», cuenta Suso, que no olvida aquellas largas procesiones de los recién graduados. Sin embargo, es la importancia histórica del monasterio lo que De Toro quiere resaltar. Aquí se puso fin a la República gallega, esa que tan solo duró unas horas y, aunque no pasó de anécdota, tiene un significado casi sentimental para muchos gallegos.

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La vida de Suso de Toro está muy ligada a la ciudad santiaguesa, donde siempre ha vivido y a la que él mismo confiesa que se debe. Tanto es así que no duda al afirmar que cuando abandone este mundo su último recuerdo serán los soportales de la Rúa do Vilar, en dirección a la Berenguela.


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