Las mejores rutas etnográficas: el triángulo ourensano del carnaval

Tamara Novoa Alonso
Fotografía: Pío García

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Color y troula invaden el macizo ourensán

Son las seis de la madrugada y el sonar de los chocos comienza a brotar en la plaza de A Picota. Es domingo de carnaval en Laza y los peliqueiros están de estrena. Por primera vez en lo que va de año pueden salir a mostrar sus trajes. Hoy es el día de los que debutan como peliqueiros, que nerviosos lucen con orgullo sus elaboradas vestimentas.

El domingo es el día grande en Laza. La plaza de A Picota se queda pequeña para acoger a todos los lazanos que no faltan a su cita con el entroido, así como a la gente llegada de toda España, que expectantes se acercan a contemplar el espectáculo. Por la mañana, los peliqueiros se aproximan a las puertas de la iglesia para soltar alguna delicada zamarrada entre aquellos fieles que acuden a la misa en días de entroido, después se dirigen a la plaza para el reparto de la bica blanca. Tras estos actos, los peliqueiros se distribuyen en grupos y van de casa en casa visitando a los vecinos, porque el entroido es una fiesta para disfrutar en vecindad. «Estas visitas hacen especial ilusión a los más mayores. Algunos ya no pueden salir a la calle y esta es su forma de vivir el entroido», explica un peliqueiro.

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En las comarcas vecinas de Xinzo de Limia y Verín, pantallas y cigarróns ya se hicieron con las calles una semana antes. En el conocido como «domingo de Corredoira». En Xinzo, este día se dedica a las pantallas más veteranas, que muestran la tradición a aquellos que se están iniciando. Iván Casal recuerda nítidamente la primera vez que se vistió de pantalla, con tan solo siete años. «Como para olvidarlo, después de la paliza que les di a mis padres para que me hiciesen el traje», explica el limián. Pero Casal admite que cuando era más pequeño las pantallas le producían un poco de miedo, por todo el estruendo que producían. Y es que al tintinear de los cascabeles hay que sumar el ruido que provocan las vejigas al batirlas la una contra la otra, así como los bramidos que producen con su voz las propias pantallas.

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A pesar de que las pantallas no salen a la calle hasta la semana previa a los días de carnaval, el entroido limián comienza mucho antes, pues se prolonga un total de cinco fines de semana en el calendario gallego y se convierte así en el más largo de toda la comunidad. El gran petardazo en la plaza del Asentamiento indica el comienzo de la fiesta y todo Xinzo se reúne en las calles para festejar la llegada del ansiado entroido y todas las citas que este conlleva: «domingo fareleiro», «sábado de féminas», «domingo oleiro» o «domingo de piñata», entre otras.

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Los trajes de pantallas, cigarróns y peliqueiros llevan meses de confección detrás. Tradicionalmente, estas vestiduras se hacían en el seno de la familia, como nos explican los peliqueiros de Laza, pero más tarde aparecieron algunos sastres y artesanos que se encargan de elaborarlos y venderlos. Un traje de peliqueiro o cigarrón tiene un coste mínimo de mil quinientos o dos mil euros. En los últimos años, los ayuntamientos de estas comarcas han organizado talleres para que la gente aprenda a confeccionarlos.

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Vestirse estos trajes requiere entrenamiento, ya que cigarróns y peliqueiros pueden llevar entre quince y veinte kilos de peso. Además, sus miembros aseguran que la máscara, los chocos y los zapatos pueden resultar especialmente molestos. Pero eso no los detiene. Sostienen que para ellos es un sentimiento, una tradición que pasa de generación en generación y que llevan dentro.


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