Costa de Pontevedra, la costa del infinito azul
Dicen que el paisaje es la clave que nos permite descifrar el yo más íntimo y verdadero de las gentes, su manera de entender el mundo.
Dicen que el paisaje es la clave que nos permite descifrar el yo más íntimo y verdadero de las gentes, su manera de entender el mundo.
La fuerza de la naturaleza y el trabajo del hombre se dan la mano en la Ribeira Sacra. Ven a empaparte de verde y disfruta del arte como si estuvieras en un gigantesco museo al aire libre.
En el interior de la provincia de Pontevedra, dentro del concello de Mondariz, se encuentra la parroquia de Mouriscados, con algo más de doscientos cincuenta habitantes. Desde hace quizá más de dos siglos, como afirman los ancianos del lugar, se bailan aquí las danzas brancas y se representa la lucha entre el moro y el cristiano.
Hay un lugar en Galicia en el que el tiempo parece haberse detenido. Llegas a él y los ojos se te llenan de luz. De color. De ese verde ancestral que te conecta con la misma tierra y que te hace desear ser árbol para echar raíces.
A veces sueño que estoy tumbado sobre la hierba, al sol del verano, bajo las ramas de un castaño milenario. A veces sueño que la brisa me llena los oídos con el rumor de las hojas y el canto de los pájaros, y que la tierra palpita al ritmo de mi corazón. A veces veo ríos caudalosos y viñedos encaramados en abruptas pendientes.
A veces sueño que estoy en Trives…
A veces recorremos mil kilómetros para buscar lo que tenemos al lado de casa. Una y otra vez, buscamos la excelencia en el otro extremo del mundo sin sospechar que, en realidad, está muy cerca.
Las comarcas del Condado y Paradanta, al sur de la provincia de Pontevedra, componen ese territorio donde todo está a mano sin recorrer grandes distancias. Gastronomía, senderismo, cultura, historia, deporte, ocio: un mundo entero para disfrutar desde el desayuno hasta que el cuerpo aguante.
En algún lugar perdido de la Costa da Morte, en la tierra de las brumas y los mares salvajes, de las gentes recias y los ríos feraces, se esconde una ciudad. Ahora le dicen castro, pero ella siempre se supo ciudad.
Ahí la tienes, soberbia y humilde a un tiempo, acogedora y vigilante, en lo alto del monte del Castro.
¿Todavía no conoces la historia olvidada de este apacible lugar? Pues déjame que te cuente…
Pepe camina a paso rápido, saludando a derecha e izquierda, cuando percibe que un par de sombras lo esperan con una libreta y una cámara. «Pasad, pasad», dice, abriéndonos las puertas del restaurante.