Pontevedra, la costa del infinito azul
Dicen que el paisaje es la clave que nos permite descifrar el yo más íntimo y verdadero de las gentes, su manera de entender el mundo.
Dicen que el paisaje es la clave que nos permite descifrar el yo más íntimo y verdadero de las gentes, su manera de entender el mundo.
Mi idea era tirar directo para el Guggenheim, pero resultó que Bilbao tenía otros planes…
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Sus puertas están abiertas para el turista, el peregrino, el historiador y el feligrés. Rebosa vida y disfrute y nunca se agota.
Pasearemos por tantas épocas que corréis el riesgo de perderos en el tiempo. Así que, ojos abiertos, oídos destaponados, nariz sin mocos, manos sin teléfonos y boca fresca. ¡A disfrutar!
Tú que has caminado al son de la música que cantan las calles de Praga, que te has maravillado ante el talento y la vitalidad de sus gentes. Puede que a estas alturas pienses que has llegado a conocer a fondo la antigua capital de Bohemia y que dominas la inacabada sinfonía que resuena en sus piedras. Pero debes saber que te equivocas. No podrás decir que conoces esta ciudad hasta que cruces a la otra orilla del río Moldava, hasta que asciendas la colina de Malá Strana en busca del eterno castillo de Praga.
Caminos, dicen, hay tantos como caminantes. Tantos como motivos nos impulsan, tantos como sueños. Ferrol es norteña y marinera, simbiosis de mares bravos y tierras verdes. Por eso, en esta tierra que se viste de mar saben mucho de sueños.
Por eso, quizá, Ferrol es el inicio de tu camino.
A veces, el mar y la tierra juegan a construir castillos en la arena, como niños en la playa. A veces la tierra y el mar se funden en un abrazo y se hacen puente. Aquí, sobre esta ría de Ribadeo que se disfraza de marisma, el puente es camino y esfuerzo, es horizonte de aguas bravas y vegas fértiles. Aquí, en Ribadeo, nace el camino del norte.
Hubo un tiempo en que no había más allá. Un tiempo en que los mares eran terra incognita, morada de dragones y bichas de mágicos poderes, y los océanos se vertían en el vacío por inmensas cascadas atronadoras.
Todas las ciudades tienen su propia melodía, pero en pocas resulta tan sencillo escucharla como en Praga. Aquí las piedras resuenan con una vibrante e inacabada sinfonía en la que la historia de sus edificios se entrelaza con el bullicio de sus gentes creando una armonía irrepetible.