Augas Santas, el bosque de los druidas
Te voy a contar un cuento que te va a atrapar. Uno de esos cuentos que encienden la imaginación y hacen soñar con tiempos muy lejanos, con un mundo de bosques infinitos y pequeñas aldeas perdidas.
Conocemos qué ver en Ourense para descubrir un tesoro de ciudad con múltiples zonas termales a orillas del río, con un casco viejo lleno de vida, una catedral impresionante que se esconde entre edificios históricos justo en el meollo de la zona de vinos; que invita a “irse de pinchos” con el olor a comida recién hecha y sabiendo de los buenos vinos que se hacen en sus alrededores. Una ciudad pequeñita que puedes recorrer caminando sin problemas, donde encontrarás lugares para relajarte y pasar una buena tarde en familia.
Te voy a contar un cuento que te va a atrapar. Uno de esos cuentos que encienden la imaginación y hacen soñar con tiempos muy lejanos, con un mundo de bosques infinitos y pequeñas aldeas perdidas.
Cualquier época del año puede ser buena para acercarse a esta localidad. Eso sí, a finales de agosto descubrirás la tradición que da fama a Ribadavia: su Festa da Istoria.
Este monasterio medieval benedictino fue reconstruido entre los siglos XVI y XVII. Se atribuye su fundación a doña Teresa, la hija de Alfonso VII, para traer monjes franceses.
Hay caminos que hunden sus raíces en las brumas del tiempo. Senderos trazados por millones de pies, grabados en la tierra con esfuerzos y sudores milenarios. Hay caminos que siempre han estado ahí, como este que hoy vas a iniciar: la antigua Vía de la Plata, la Bal’latta musulmana, la vía empedrada que ya en tiempo de los romanos comunicaba Mérida con Astorga.
Hay quien dice que el camino, el camino de verdad, es el que se hace en solitario. El que llena las horas con el runrún de los pensamientos. El que te permite vestir los días con la contemplación de un monumento, un paisaje. Sin prisas. Sin más urgencias que las que impone la naturaleza: comer, dormir, descansar. En soledad.
Inaugurando el quinto mes del calendario os maios desfilan en la plaza del pueblo.
Mi madre nació y creció a veinte kilómetros de Maceda, pero no tenía ni idea de que en Maceda había un castillo. Y eso que pasó unas cuantas veces por allí de camino al santuario de los Milagros de Baños de Molgas, que sí conocía bien. Tampoco es que el castillo sea difícil de ver, se alza imponente sobre una colina que domina la región.
A veces sueño que estoy tumbado sobre la hierba, al sol del verano, bajo las ramas de un castaño milenario. A veces sueño que la brisa me llena los oídos con el rumor de las hojas y el canto de los pájaros, y que la tierra palpita al ritmo de mi corazón. A veces veo ríos caudalosos y viñedos encaramados en abruptas pendientes.
A veces sueño que estoy en Trives…
He visitado tres veces el monasterio de Santa María la Real de Oseira, en Ourense. Tres visitas a lo largo de cerca de treinta años, tres formas completamente diferentes de descubrir una de las joyas de nuestro patrimonio.
A veces recorremos mil kilómetros para buscar lo que tenemos al lado de casa. Una y otra vez, buscamos la excelencia en el otro extremo del mundo sin sospechar que, en realidad, está muy cerca.