Que ver en Pontevedra – lugares imprescindibles que visitar
Te contamos todos los sitios que no te puedes perder al hacer turismo por Pontevedra, una de las ciudades más importantes de Galicia. ¡No te los pierdas!
Te contamos todos los sitios que no te puedes perder al hacer turismo por Pontevedra, una de las ciudades más importantes de Galicia. ¡No te los pierdas!
El Miño. Mucho más que un río, incrustado en el imaginario colectivo de los gallegos. El padre Miño, símbolo de la verde Galicia, cuna de leyendas, fecundador de pastos, huertas y viñedos, fuente de vida y frontera entre países hermanos.
Dicen que el paisaje es la clave que nos permite descifrar el yo más íntimo y verdadero de las gentes, su manera de entender el mundo.
La Navidad y Vigo se han vuelto inseparables en los últimos años. Como un resurgimiento de viejas tradiciones de alegría y felicidad compartidas, la Navidad brilla más que nunca en la ciudad olívica.
Mira que me gustan las playas… así, en plural, porque no hablo de ir a tostarse al sol, que también, sino de las playas como geografías mágicas, de esa resbaladiza franja de terreno que es frontera entre dos mundos, la tierra y el inmenso mar.
La tele estaba encendida, pero yo no le prestaba atención. Andaba ausente, absorta en mis pensamientos, como era habitual últimamente. Eso sí, recuerdo que estaban emitiendo un reportaje sobre el archipiélago menos conocido del Parque Nacional das Illas Atlánticas, Ons.
Dudas, cómo no. ¿Por dónde entrar en Galicia desde Portugal? ¿Por la costa, por el soberbio estuario del río Miño, el padre reconocido de todos los gallegos, allá en A Guarda, a la sombra imponente del castro de Trega? ¿Por Tui, la catedral fortaleza, la ciudad episcopal que resistió a los normandos y se hizo irmandiña?
Las comarcas del Condado y Paradanta, al sur de la provincia de Pontevedra, componen ese territorio donde todo está a mano sin recorrer grandes distancias. Gastronomía, senderismo, cultura, historia, deporte, ocio: un mundo entero para disfrutar desde el desayuno hasta que el cuerpo aguante.
Ahí la tienes, soberbia y humilde a un tiempo, acogedora y vigilante, en lo alto del monte del Castro.
¿Todavía no conoces la historia olvidada de este apacible lugar? Pues déjame que te cuente…
Pepe camina a paso rápido, saludando a derecha e izquierda, cuando percibe que un par de sombras lo esperan con una libreta y una cámara. «Pasad, pasad», dice, abriéndonos las puertas del restaurante.