Pontevedra, la costa del infinito azul
Dicen que el paisaje es la clave que nos permite descifrar el yo más íntimo y verdadero de las gentes, su manera de entender el mundo.
Dicen que el paisaje es la clave que nos permite descifrar el yo más íntimo y verdadero de las gentes, su manera de entender el mundo.
«Aveiro, la Venecia portuguesa» junto a una cuidada fotografía de la ciudad. Eso fue lo primero que me llamó la atención cuando abrí Instagram. Era un mensaje publicitario, pero destacaba en medio de stories plagados de selfies y pies en la arena. Normalmente no me detengo a observarlos, pero no tenía nada mejor que hacer. Mi mundo había parado en seco y la frenada me había dejado totalmente desorientada.
Hubo un tiempo en que no había más allá. Un tiempo en que los mares eran terra incognita, morada de dragones y bichas de mágicos poderes, y los océanos se vertían en el vacío por inmensas cascadas atronadoras.
Dudas, cómo no. ¿Por dónde entrar en Galicia desde Portugal? ¿Por la costa, por el soberbio estuario del río Miño, el padre reconocido de todos los gallegos, allá en A Guarda, a la sombra imponente del castro de Trega? ¿Por Tui, la catedral fortaleza, la ciudad episcopal que resistió a los normandos y se hizo irmandiña?
No hay acuerdo sobre los límites de la Costa da Morte: de Fisterra a Cabo Roncudo, según unos; hasta Malpica, e incluso Arteixo, según otros. Sea como fuere, hablamos de una de las riberas más salvajes y genuinas del Atlántico europeo: decenas de kilómetros de ensenadas, playas y acantilados, de mitos y leyendas, de belleza y de tragedia.
Punta Lameda, en la península de Monteferro, tiene a su disposición un faro de pequeñas dimensiones que, al caer la noche, controla el lugar con una llamativa luz verde. Desde el faro pueden fotografiarse la ría de Vigo y las Illas Cíes, pertenecientes al Parque Nacional das Illas Atlánticas.
En la Península do Morrazo, el mar ha sido durante siglos puerta de entrada de gentes de toda procedencia, cuya huella ha quedado impresa en historias y leyendas.
Este faro se encuentra a 14 kilómetros de la ciudad de Ferrol. Se encendió por primera vez en 1853 y su luz alcanza una distancia de aproximadamente 20 millas. Cerca de este enclave se encuentran los restos de una batería militar de principios del siglo XX. El faro también está próximo a conocidos arenales como el de San Xurxo.
Faro que ilumina el tramo que discurre entre Fisterra y Corrubedo. Construido a principios del siglo XX, fue electrificado en 1947 y su luz alcanza una distancia de 20 millas.
Este famoso faro rojo del entorno conocido como Costa da Vela, en Cangas, es el Faro de Punta Robaleira. La construcción se caracteriza por su escasa altura y su gran anchura. Está situado entre Cabo Home y Punta Subrido.