La suerte me ha obsequiado con un día con más nubes que claros. Es el día perfecto para disfrutar de la senda que discurre entre los inmensos acantilados de la Punta de San Lorenzo (Ponta de São Lourenço en portugués).
Amara Castro Cid
Fotografía: Pío García
El camino que recorre la punta de San Lorenzo se adentra en una península sobre el Océano Atlántico, en la zona noreste de la isla portuguesa de Madeira. Allí realizaré una ruta de algo más de siete kilómetros de vistas sobrecogedoras a lo largo de un paisaje agreste. ¿Me acompañas?
Punto de partida
Este viaje a Madeira está superando mis expectativas en todos los sentidos, por lo que estoy seguro de que la Punta de San Lorenzo no me decepcionará en absoluto, sino todo lo contrario. Preparo la mochila con la misma ilusión de siempre. Reviso mi equipo de fotografía.
Las baterías están cargadas. Sonrío al pensar que las mías también. Me entusiasma saber que me esperan kilómetros de camaradería, de superación y de dejarme empapar por una naturaleza arrolladora que me lanza un nuevo reto apasionante, el de atraparla con mi objetivo.
Llego al punto de partida en el municipio de Machico, cerca de la población de Caniçal. La ruta está indicada y me resulta fácil encontrar el inicio. Antes de empezar a caminar, me aseguro de tener las botas bien atadas.
No hay que olvidar que la senda discurre entre cortes laterales abruptos y cuenta con descensos escalonados en los que, obviamente, no conviene pisarse un cordón. Compruebo también que llevo mi botella de agua porque sé que no habrá fuentes. Por último, respiro hondo antes de dar el primer paso y saboreo mi suerte. Estoy justo donde quería estar.
Una experiencia impresionante
El entorno invita a la reflexión y al encuentro con uno mismo. Hago largos tramos disfrutando de las vistas. Sobre la Bahía d’Abra, me dejo envolver por el hipnótico sonido de las olas que, batiendo con fuerza contra las rocas, asciende por los acantilados y acompaña mis pasos con su ritmo acompasado.
Estoy viviendo una experiencia impresionante, sin duda, una de las mejores de mi viaje a Madeira. Cada vez tengo más claro que este es uno de los lugares que visitar al menos una vez en la vida. Me encuentro con turistas de varias nacionalidades. Hay gentes que vienen desde muy lejos. Hablo con algunos de estos viajeros y todos coinciden: se alegran de haber cruzado medio mundo para llegar hasta aquí.
La tierra al descubierto
Se puede leer la vida de la isla en las betas de las agrestes paredes, al igual que si estuviéramos leyendo nuestras líneas de la mano. Todo el archipiélago es un paraíso para los amantes de la geología, pero disfrutarán especialmente de la ruta que discurre por la Punta de San Lorenzo.
La huella del origen volcánico se aprecia en las marcas que, en su día, fue dejando la lava en su descenso hacia el mar. Desde el negro hasta el marrón rojizo, pasando por varios tonos de ocre, franjas de todos los colores de la tierra se dibujan entre los lienzos de las paredes cortadas. Si te apasiona el estudio del suelo, no dejes este viaje para otro momento. Madeira te espera aquí para revelarte los secretos que esconde su esencia poniéndola al descubierto para ti.
Algunos tramos de la ruta discurren por estas paredes, entre las diferentes capas de tierra sobre las que se asienta la isla. Me detengo con frecuencia porque siento la necesidad de fotografiar cada instante. Elijo el objetivo, busco el encuadre, disparo y mi cámara guarda imágenes en las que parece que los paseantes se convierten en seres diminutos caminando por galerías subterráneas. El paisaje me recuerda la insignificancia del ser humano en comparación con la inmensidad del universo.
Punta de San Lorenzo, acantilados de vértigo
Los acantilados son una constante en el camino. La sensación de vértigo le da a la ruta un plus de adrenalina. En algunos momentos puntuales encontramos tramos que a priori parecen complicados, pero se superan con facilidad gracias a la ayuda de las protecciones laterales.
Cuando es necesario, un cierre acordonado va delineando la senda y ampara a los caminantes que avanzan por la ruta de la Punta de San Lorenzo. La fuerza de la naturaleza me sobrecoge mientras voy captando vistas vertiginosas, escarpadas paredes y abruptos acantilados de crestas pétreas.
Alhelí de Madeira en Punta de San Lorenzo
Me impresiona el contraste entre la baja vegetación que encuentro en la Punta de San Lorenzo y el frondoso bosque selvático que me acompañó en la levada do Caldeirão Verde. A lo largo del sendero, algunos conjuntos de flores endémicas salpican de blancos y malvas el terreno pedregoso y agreste.
Me fijo en la llamada alhelí de Madeira o mattiola maderensis. Florece de febrero a septiembre y, a pesar de su apariencia delicada, está preparada para sobrevivir en un entorno duro. Pero… ¡cuidado! Hay que tener en cuenta no solo que se prohíbe la recolección en su hábitat, sino también que se trata de una planta venenosa.
Un oasis entre palmeras
Para aquellos que necesiten hacer un alto en el camino, la llamada Casa do Sardinha es una construcción con apariencia de oasis que ofrece la única sombra de toda la ruta. En la actualidad es centro de recepción del Instituto de Conservación de la Naturaleza.
Entre sus palmeras hay varias mesas con bancos que están a disposición de los senderistas. Dispuestas bajo cerchas de madera, son el lugar perfecto para quien quiera descansar entre sol y sombra.
Pico do Furado en Punta de San Lorenzo
Tras subir una pronunciada pendiente, llego a una cima. Es el Pico do Furado, un mirador privilegiado cuyas vistas compensan cualquier cansancio que haya podido ocasionar la subida. Con los islotes de Cevada y del Farol al fondo, contemplando la inmensidad del Océano Atlántico, pienso en los millones de vidas que habitan en él.
La Punta de San Lorenzo, declarada Reserva Natural, es refugio de decenas de especies de flora y fauna protegidas, destacando las focas monje. La serenidad del mar en la parte sur contrasta con la parte norte, en la que no es difícil imaginar el mar embravecido en un día de tormenta. Mientras tomo fotografías desde todos los ángulos posibles, a cada cual más sobrecogedor, lleno mis pulmones de aire puro y me reafirmo en la idea de que este es uno de los lugares imprescindibles que hay que visitar en Madeira.
Una pausa para los sentidos
Es momento de un merecido descanso. Para el refrigerio, busco un tesoro de la agricultura local en mi mochila. He traído un par de plátanos de Madeira, ¿cómo no? Su sabor intenso es una delicia. Disfruto esta pausa como un regalo para el sentido del gusto que se funde con el de la vista.
Por si esto fuera poco, la naturaleza me obsequia con la cadencia del mar como sonido de fondo. Aprovecho también para beber agua ya que la ausencia de vegetación y la apariencia desértica de esta tierra volcánica hacen que aumente la sensación de sed. Retomo el camino con la energía renovada para emprender el regreso.
Hora de volver
Cada uno de los viajeros con los que me he cruzado hoy en Punta de San Lorenzo, habrá tenido su propia experiencia con un amplio abanico de emociones, pero todos nos llevamos a casa la misma certeza: el esfuerzo ha merecido la pena.
Me despido con muchas ganas de repetir, no solo esta ruta, sino todo el viaje. Espero que a ti te haya gustado lo que he podido mostrarte a través de mis fotos y que te decidas a visitar la isla de Madeira muy pronto.
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