Devesa de Rogueira en O Courel

Llevábamos más de dos horas de camino por la Devesa de Rogueira. Fatigada por las subidas y bajadas constantes a las que la montaña lucense nos obligaba, se me hacía cada vez más complicado respirar. Con cada bocanada sentía cómo el aire puro y fresco, que olía a naturaleza, limpiaba mis pulmones. Caminábamos bajo la sombra de abedules, fresnos y castaños que nos proporcionaban una grata sensación de frescor en los días todavía calurosos de comienzos del otoño.

Tamara Novoa Alonso
Fotografía: Pío García

Devesa de Rogueira – Folgoso do Courel

Erguí la cabeza para ver cómo se presentaba el siguiente tramo y distinguí al fondo las laderas de un valle iluminado por los rayos del sol del mediodía. Junté fuerzas y, empujada por la curiosidad, aceleré mi paso para averiguar qué se escondía tras el espeso bosque de la Devesa de Rogueira.

Devesa de Rogueira – Folgoso do Courel

Al alcanzar el claro fuimos sorprendidos por un conjunto de montañas que habían sido redondeadas por la erosión del viento. Sobre sus laderas se dibujaba la sombra de los picos más altos, lo que imprimía a la visión un toque fantástico y nos trasladaba a paisajes propios de novelas de hadas y ogros, de misterios y leyendas. Con timidez, los colores otoñales se abrían paso entre los verdes frondosos propios del verano, una combinación que ponía de manifiesto el cambio estacional propio del mes de octubre.

Devesa de Rogueira – Folgoso do Courel

Estuvimos varios minutos embobados, observando el paisaje sin decir palabra. Estábamos exhaustos por el recorrido y encandilados con el panorama que teníamos delante, por lo que de mutuo acuerdo decidimos aprovechar el momento para recuperar fuerzas y disfrutar de la naturaleza en estado puro. Nos encontrábamos en el mirador de Polín, a 1371 metros de altitud, en los límites de la Devesa de Rogueira. Desde aquella terraza disfrutábamos de una fabulosa panorámica de la Serra do Courel y alcanzábamos a divisar los pueblos de Moreda y Parada.

Devesa de Rogueira – Folgoso do Courel

Habíamos comenzado el sendero en uno de ellos, en Moreda. Aparcamos nuestro todoterreno junto al aula de la naturaleza de la Devesa de Rogueira y a las diez de la mañana comenzamos el recorrido. Desde que habíamos llegado a la Serra do Courel, a través de carreteras sinuosas que cruzaban pequeños pueblos de casas de piedra y pizarra, no salíamos de nuestro asombro. Hacía mucho tiempo que no gozábamos de tal sensación de libertad y contacto con la naturaleza.

Devesa de Rogueira – Folgoso do Courel

El día anterior lo habíamos dedicado a visitar la zona. Nos acercamos hasta las ruinas del castillo de Carbedo, situado en lo alto de una pequeña colina en el contorno de Monte Cido. En sus orígenes, su función era vigilar el paso de los peregrinos que llegaban de Visuña y León. Muy cerca del castillo, desde el alto del Couto, salía otra ruta de menor dificultad para visitar la Devesa de Rogueira. Sin embargo, nos habíamos decantado por el sendero que partía de Moreda porque nos comentaron que era el de mayor belleza. Y, a pesar del cansancio, no nos arrepentíamos de la elección.

Devesa de Rogueira – Folgoso do Courel

Acabamos nuestra ruta en la cumbre del monte Formigueiros. Por el camino pudimos distinguir algunas de sus más de mil variedades de especies botánicas de la Devesa de Rogueira: acebos, arándanos, arces, avellanos, abedules, fresnos, madroños o incluso plantas carnívoras que se alimentan de insectos.

Devesa de Rogueira – Folgoso do Courel

Cuentan que en el de interior de la Devesa de Rogueira habitan lobos, zorros, corzos, jabalíes, ginetas, tejones, liebres, armiños, perdices y búhos, pero solo logramos distinguir alguna ardilla atrevida que se acercó a saludar y una pequeña marta escondida entre la espesa vegetación. Sin embargo, algo nos acompañó a lo largo de todo nuestro recorrido: el agua. Cascadas, arroyos, riachuelos y pozas adornan el interior de uno de los bosques mejor conservados de Galicia.

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