Qué ver en Zamora. ¿Quieres que te ayudemos a decidir qué ver en Zamora? Ya lo sabes, que se trata de una ciudad que se siente a gusto en su propia piel. Una ciudad que asume su pasado con la naturalidad del que no tiene nada que ocultar y sí mucho que celebrar. Una de esas ciudades en las que pasado y presente se complementan y se enriquecen mutuamente.
Pasear por Zamora, qué te voy a contar, es recorrer la historia de este país, de Viriato a Roma, de esta al esplendor románico, el renacimiento palaciego y de ahí, casi sin solución de continuidad, al modernismo más vanguardista. En sus edificios está tallada un historia milenaria, y en sus museos, ricos y fecundos como pocos, esta se descubre en todo su esplendor.
Fran Zabaleta
Fotográfia: Pío García
Qué ver en Zamora. Sí, Zamora es una ciudad que siente amor por su pasado, que lo muestra con orgullo y con la convicción de que solo conociéndolo podremos entender nuestro presente. De ese pasado nos habla con elocuencia el Museo de Zamora, centrado en la arqueología, las bellas artes y la historia local; el Centro de Interpretación de las Ciudades Medievales, que nos descubre cómo eran nuestras ciudades hace mil años; el Museo de Semana Santa, que nos habla de la religiosidad popular; o el Museo Baltasar Lobo, que desvela la profunda modernidad de la escultura zamorana… Difícil decidirse por qué ver en Zamora.
Uno de los museos más llamativos y apasionantes de Zamora es, sin duda, el extraordinario Museo Etnográfico de Castilla y León, que bucea en las vidas, las creencias, los oficios, los ritos de paso y las mentalidades de los individuos. Si la antropología se centra en el estudio del ser humano y su comportamiento social, la etnografía, como rama de la anterior, pone el foco en el estudio de los pueblos y en las características culturales que los definen.
Tal es el objeto de análisis del Museo Etnográfico de Castilla y León, abierto al visitante desde mayo de 2004 en la calle Sacramento, a unos pasos de la Plaza Mayor y el ayuntamiento: las gentes de la Comunidad, sus expresiones vitales, su forma de entender la vida, las relaciones sociales, sus ritos y sus creencias, su forma de amar, celebrar y trabajar. El museo se levanta, curiosamente, sobre el solar que albergó allá por el siglo XVI la antigua cárcel del concejo, cuya portada todavía se puede ver hoy en una de las entradas auxiliares al museo.
Qué ver en Zamora. El barro en el Museo Etnográfico Castilla y León
En el interior, el tiempo parece detenerse, quizá para mirarse al ombligo. La amplia exposición permanente está organizada en cinco grandes espacios.
De arriba abajo, la tercera planta está dedicada al barro, la arcilla moldeada, la materia prima que carga con el simbolismo de nuestra propia condición: la alfarería, los recipientes cotidianos, desde cántaros y copas a pequeñas figuritas utilizadas en los nacimientos navideños o escudillas y platos. Son los objetos del día a día, los más comunes, casi invisibles si no fuera porque, sin ellos, la vida sería mucho más complicada.
Qué ver en Zamora. Los mitos y su interpretación en Museo Etnográfico Castilla y León
La segunda planta está dedicada al alma y el cuerpo, un viaje absorbente por nuestros miedos y nuestras creencias a través de sus espíritus protectores, cristos y vírgenes convertidos en amuletos contra la inexorabilidad y la indiferencia de la vida: efigies, cuadros, cruces, relicarios, rosarios y collares que remiten a la vida del espíritu. Y que contrastan con el otro gran objetivo de este espacio: mostrarnos el cuerpo y sus devenir a través de la vida mediante los objetos que la jalonan: las cunas y los juguetes, las pizarras escolares, los tinteros y las primeras máquinas de escribir y calculadoras, las medicinas y los instrumentos musicales…
Museo Etnográfico Castilla y León: La forma y el diseño
Qué ver en Zamora. La primera planta se centra en la forma y el diseño y constituye un fascinante viaje hacia el porqué de las cosas, a la razón última de las formas y los diseños de los objetos de nuestra vida, en el que se mezclan funcionalidad y belleza, utilidad y placer. Este es el reino de las herramientas y los objetos cotidianos: la cajita para tabaco o la cuerna de pólvora profusamente decorada, la colcha bordada o la chaqueta de mujer, la espumadera, la cuchara tallada, la cerradura de forja, el mortero y el botón. Pero, sobre todo, más allá de la mera exposición de los objetos, algunos de asombrosa belleza, este espacio es un viaje de reflexión y estudio que nos desvela los porqués y la razón de ser de las formas cotidianas.
El tiempo y sus ritos analizados en el Museo Etnográfico Castilla y León
Bien pertrechados ya, llegamos a la planta baja, dedicada al tiempo y sus ritos. Y es que, inmersos en el día a día, apenas reparamos en que este, el tiempo, es nuestro compañero inevitable, el que forja nuestras experiencias y determina nuestra forma de estar y sentir. Pasear por este espacio es recorrer nuestras vidas, las vidas que nos precedieron, a través de los ritos de paso, de las fiestas profanas y religiosas, desde los trajes del carnaval, asombrosos y casi aterradores, como conjuros protectores contra lo desconocido, a los paños de ofrendas o los sonajeros.
Museo Etnográfico Castilla y León: espacio y entorno
La visita termina en el sótano, dedicado al espacio y el entorno, el lugar en el que vivimos, su organización y su relación con los demás: es el terreno de las faenas agrícolas y los trabajos domésticos, de los oficios y los viajes, de la naturaleza y de cómo la utilizamos para nuestro provecho. Yugos de vacas, aguijadas, horcas y podaderas, tornos de hilar o máquinas de embutir, azuelas, baúles o carromatos, colmenas y escaños, bancos, sillas y alacenas: los cien objetos que llenan y organizan nuestros espacios.
Visitar el museo Etnográfico de Zamora es mantener una conversación demorada y placentera con nuestros abuelos; es tirarles de la lengua para que nos cuenten cómo era la vida cuando eran jóvenes, cómo eran sus casas y sus celebraciones, sus alegrías y sus tristezas; es dejarse llevar por la imaginación y los recuerdos hasta ese tiempo de canciones y fríos, de escasez y trabajo, de fiestas, creencias y ritos que, desde nuestro rabioso presente, quizá nos parezcan un tanto peculiar, quizá nos sorprendan y nos fascinen, quizá, incluso, nos cueste reconocerlos como propios.
Visitar el Museo Etnográfico de Zamora es hablar con nosotros mismos, interrogarnos y buscar en nuestro interior. Porque ese es el mérito y esa es la ardua y magnífica labor del museo: ayudarnos a comprender nuestro propio pasado, hacernos entender que somos simples eslabones de una cadena interminable, miembros de un colectivo que se hace pueblo y comunidad, que se celebra y se trasciende a sí mismo; que somos, en definitiva, aquello que fuimos y un poquito más.
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