Se conservan treinta y tres danzas danzas gremiales en Galicia
Suena la gaita. Es una sintonía vivaz, de movimientos rápidos. Un grupo de jóvenes vestidos de blanco inmaculado acompañan con sus movimientos los ritmos marcados. Llevan cintas de colores que adornan sus vestimentas. Los pasos son acompasados, conjugan el punta-tacón con rápidos «paseíllos». Es la danza do Cristal en Celanova. Sin embargo, esta imagen podría ser reconocible en muchas otras localidades gallegas. Con sus diferencias, las danzas blancas guardan todavía hoy un patrón que las une. Son las danzas gremiales.
Tamara Novoa Alonso
Fotografía: Pío García
Los bailes son una de las formas más primitivas de comunicación. Nos movemos para transmitir algo; después, poco a poco, esos movimiento se convierten en repetitivos, toman una estructura fija y pasan a formar parte de nuestro legado cultural. Las danzas gremiales de Galicia se extendieron por toda la comunidad, especialmente en las provincias de Pontevedra y Ourense, donde se conservan la mayoría de las treinta y tres que todavía resisten.
El punto de fusión entre las danzas gremiales es el color. En todas, los bailarines visten de blanco, que representa la pureza, pues la mayoría son de culto mariano. Aunque algunos autores reivindican el origen pagano de estas danzas, la mayoría coincide en que su origen se sitúa en los gremios de artesanos de los siglos XVI y XVII, y en muchos casos eran fruto de un voto o promesa a un santo, comúnmente a la Virgen católica.
La pesca siempre ha sido uno de los sectores más característicos de Galicia. El gremio de los marineros está bien representado por toda la comunidad de mano de la danza de las espadas en Redondela, Baiona o Marín, la de arcos en Betanzos y Camariñas o la Farsa de Carril. Y aunque todas comparten rasgos similares, siempre hay algún elemento autóctono que las convierte en únicas.
Muchas de estas danzas gremiales son, todavía hoy, interpretadas solo por hombres. Aunque la mayoría han aceptado la adhesión de mujeres debido, en parte, al descenso en el número de participantes. Un ejemplo es la de Xuvencos, en Boborás, donde la tradición mandaba que fuesen interpretadas por jóvenes solteros. Este requerimiento hizo que su celebración se tuviera que suspender en varias ocasiones. Ahora, es bailada por cuatro chicos y cuatro chicas.
Todas ellas presentan un esquema similar que comienza con una reverencia a la Virgen o al santo que veneren. En esta primera parte, tanto la música como los movimientos suelen ser más pausados. El paloteo es una de las coreografías que más se repiten en las diferentes danzas gremiales, se trata de chocar acompasadamente los palos que portan los bailarines. En algunas los palos son substituidos por arcos o espadas. El trenzado es una de las piezas más vistosas: consiste en trenzar una serie de cintas de colores alrededor de un mástil y después destrenzarlas al son de la música. Al final del baile se realiza un saludo o reverencia para dar paso a la procesión, a la que acompañan los danzantes, o para darla por concluida y guardar las imágenes de los santos en el interior de la capilla.
Las fechas son otro elemento coincidente. Muchas de las danzas gremiales se interpretan bien por el día del Corpus, bien el día de Natividad, 8 de septiembre. Sin embargo, otras se celebran coincidiendo con la festividad local.
Algunas de ellas han sufrido modificaciones con el paso de los años. Es notable la influencia indiana en la de Xuvencos o la de San Roque en Hío. Que se hace evidente en la vestimenta, al llevar sombreros o chalecos de corte americano.
Las danzas gremiales fueron prohibidas en dos periodos de la historia. Primero en el siglo XVIII, cuando Carlos III firmó la Real Cédula de 1777 alegando que estos bailes «pueden servir a indevoción y al desorden de las procesiones», y más tarde durante el franquismo, con el mismo argumento.
Prohibición que todavía adolecen. Aunque algunas han alcanzado gran popularidad en los últimos años, como la danza de las espadas y las penlas en Redondela o los danzantes de Cobas en Cambados, muchas otras solo perviven en la memoria de los más mayores, especialmente las de las localidades del interior gallego. El marcado descenso demográfico ha provocado que muchas danzas gremiales se quedasen sin bailarines. Sin embargo, en los últimos años se han realizado esfuerzos por parte de los ayuntamientos y de asociaciones de vecinos para conservar y preservar este legado, intentado involucrar a los más jóvenes y a los niños.
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