Viajar a La Alpujarra es como transportarse a otro tiempo y espacio. Su belleza y sus pueblos blancos, anclados en la montaña, rezuman una tranquilidad casi olvidada. A principios de febrero, tuve la suerte de embarcarme en una travesía que me llevó desde Caratunas hasta Capileira, a través de Soportújar, Pampaneira y Bubión.
Carataunas: El inicio de la aventura en La Alpujarra
Me encontraba en Granada cuando empecé mi viaje hacia La Alpujarra. Tomé un autobús temprano hacia Carataunas, uno de los pueblos más pequeños y menos visitados de la región. Mientras la bruma de la mañana se levantaba lentamente, revelando el espectacular paisaje, un local, un anciano con ojos de aguamarina, me dijo en voz baja: «Aquí, en Carataunas, se siente el verdadero pulso de La Alpujarra, el ritmo lento de la vida en la montaña.”
Carataunas resultó ser un lugar tranquilo y acogedor, donde los gatos callejeros parecen los dueños del pueblo. Las casas blancas parecen cascadas deslizándose montaña abajo, mientras las chimeneas dejen salir volutas de humo, añadiendo un aura de misterio al paisaje.
Soportújar: Entre brujas y encanto rural
De Carataunas, seguí hacia Soportújar, conocido como el «pueblo de las brujas». Un taxista local me contó, con una sonrisa enigmática: «A veces, cuando la luna llena brilla, las brujas de Soportújar salen a bailar». El pueblo, con sus esculturas de brujas y su aire místico, resultó ser fascinante. Los callejones serpenteantes y las cúpulas de las casas, parecían sacadas de un cuento de hadas.
Pampaneira: Un pueblo de fuentes melodiosas y jarapas coloridas
Mi próxima parada fue Pampaneira, un pintoresco pueblo conocido por sus telares y jarapas, pero también por sus calles encantadoras y sus fuentes que fluyen con agua fresca de montaña. Los callejones estrechos y serpenteantes de Pampaneira, flanqueados por casas blancas con balcones llenos de flores, son un espectáculo digno de ser explorado. Las fuentes, de las cuales el pueblo se enorgullece, añaden un sonido melodioso al ambiente, el susurro constante del agua que fluye es como la banda sonora del lugar.
En el corazón del pueblo, se encuentra la Iglesia de la Santa Cruz. Este imponente edificio, con su simple pero elegante fachada, es un recordatorio constante de la rica historia del pueblo. La iglesia, construida en el siglo XVI, ha sido testigo de los altibajos de la vida en Pampaneira. A pesar de su aparente simplicidad exterior, el interior de la iglesia es un tesoro de arte religioso. Destaca su altar, un trabajo exquisito de madera dorada y policromada que brilla con una luz casi divina.
Aquí, pude explorar la maravillosa artesanía local. Recuerdo a una mujer, María, mostrándome cómo teje las jarapas: «Cada color, cada hilo, cuenta una historia, la historia de La Alpujarra», me explicó, mientras sus dedos ágiles y expertos entrelazaban los hilos con gracia.
En Pampaneira, cada rincón cuenta una historia, cada fuente murmura un secreto y cada calle conduce a una nueva maravilla, convirtiendo la visita al pueblo en un viaje de descubrimiento constante.
Bubión: La belleza a gran altura
Bubión fue mi siguiente destino, un pueblo que se balancea precariamente en el borde de la montaña. Los amaneceres aquí son de otro mundo, y su hermosa arquitectura tradicional, destacada por la Iglesia de la Virgen del Rosario, solo añade al encanto del lugar.
La Iglesia de la Virgen del Rosario, que data del siglo XVI, es una joya arquitectónica que brilla en el centro del pueblo. Su robusta torre cuadrada, con su campanario de cuatro arcos, es un faro que da la bienvenida a los visitantes desde lejos.
Una vez dentro, el resplandor dorado del altar mayor cautiva la mirada. Este retablo, bellamente tallado, alberga una imagen de la Virgen del Rosario, la protectora de Bubión. La devoción por esta figura es evidente en la cuidadosa atención a los detalles de la talla, y en el cariño con el que los lugareños hablan de ella. Recuerdo que un vecino del pueblo, Pedro, me comentó: «La Virgen del Rosario es más que un icono religioso, es parte de nuestra vida cotidiana, parte de nuestra comunidad.»
Desde la Iglesia de la Virgen del Rosario, se puede disfrutar de unas vistas espectaculares del pueblo y del valle. Recuerdo que un camarero del bar local me dijo: «Aquí, incluso la luz del día es diferente, tiene un color especial que solo puedes encontrar en La Alpujarra». Sus palabras se quedaron conmigo mientras observaba cómo el sol naciente teñía las montañas de colores suaves y cálidos.
Bubión, con su iglesia majestuosa, sus vistas impresionantes y su luz especial, se convirtió en un recuerdo imborrable de mi viaje por La Alpujarra.
Capileira: La joya en la cumbre de La Alpujarra
Llegué a Capileira con el sol alto en el cielo, iluminando las casas blancas y las calles de piedra. Este es el punto más alto de la travesía por los pueblos de La Alpujarra, un lugar que parece rozar el cielo.
Un oasis de paz y arte barroco: La iglesia de Santa María la Mayor
Capileira, como joya de la corona, alberga la hermosa Iglesia de Santa María la Mayor. Esta iglesia del siglo XVI se alza imponente en el centro del pueblo, con su torre erguida mirando hacia el infinito horizonte de montañas. José, un guía local, compartió conmigo la rica historia de la iglesia, una historia tejida en cada piedra y en cada pieza de madera tallada en su interior.
El silencio pacífico del interior de la Iglesia de Santa María la Mayor es casi tangible. Con sus altares de madera labrada y las delicadas imágenes de santos, te encuentras inmerso en un remanso de tranquilidad y reverencia. José me invitó a observar el retablo mayor, una representación intrincada y maravillosa de la Asunción de la Virgen María, un testimonio del talento artístico del barroco granadino.
Lo que quedó grabado en mi memoria fue el campanario de la iglesia, cuyas campanas, según José, son «la voz de Capileira». Cada campanada parecía latir con el ritmo de la vida del pueblo, un sonido que ha atravesado siglos y que aún resuena en el corazón de La Alpujarra.
A la salida de la iglesia, el sol de la tarde brillaba sobre Capileira, iluminando las vistas panorámicas del Valle de Poqueira y la Sierra Nevada. Al despedirme de esta joya de La Alpujarra, con las campanas de la Iglesia de Santa María la Mayor resonando en el fondo, supe que había encontrado un pedazo de cielo en la tierra.
El Encanto invernal de la Alpujarra: Entre cumbres nevadas y cálidos hogares
Recorrer La Alpujarra en febrero tiene algo mágico. El frío de la montaña, la nieve en las cumbres y el calor de los hogares crean un contraste que embellece aún más la experiencia. La región de La Alpujarra es un mundo aparte, un santuario de paz, belleza natural y hospitalidad auténtica que deja una huella imborrable en quienes la visitan.
Mientras volvía a Granada, miré por la ventana del autobús, observando cómo los pueblos blancos de La Alpujarra se desvanecían en la distancia. Me llevaba conmigo historias, recuerdos y un sentimiento de gratitud. Como el anciano de Caratunas me dijo, La Alpujarra tiene su propio ritmo, y creo que me he sintonizado con él, aunque solo sea por un corto tiempo.
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