En el oriente de Galicia, limitando con León, en el ayuntamiento de Rubiá, se encuentra uno de los seis espacios gallegos declarados Parque Natural: la Serra da Enciña da Lastra. Nada más llegar nos atrapa un universo de olores y colores que nos recuerdan al Mediterráneo. No en vano, una de las cualidades singulares de este parque es su vegetación, pues descubrimos rincones plagados de especies como alcornoques, olivos, encinas o almendros. Una mirada atenta nos desvela la posibilidad de contemplar numerosos endemismos, especies únicas en el mundo, como la petrocoptis grandiflora, que salpica de púrpura las paredes rocosas.
Amara Castro Cid
Fotografía: Pío García
Otra característica única de este parque de la Serra da Enciña da Lastra es el paisaje de roca caliza, ya que no es muy abundante en Galicia, donde impera el granito. La formación calcárea más conocida del parque es la de los Penedos de Oulego que nos impresiona por sus abruptas formas. Aves rapaces como el halcón peregrino o el águila real encuentran en sus escarpadas paredes el enclave perfecto para anidar.
Todavía se conservan los hornos donde la roca calcárea se convertía en cal. La piedra caliza se introducía disponiéndola en hileras según su forma y tamaño hasta crear una cúpula. Los hornos contaban con grandes muros de piedra que, una vez encendido el fuego, ayudaban a mantener la temperatura a unos mil grados, transformando así la roca en cal viva.
Pero no nos quedemos en la superficie, porque la Serra da Enciña da Lastra es un lugar cargado de riqueza también en el subsuelo. Al tratarse de una piedra porosa, la caliza permite que penetre el agua y la deshaga. Así, durante miles de años, el agua ha ido creando a su antojo la más extensa red de cuevas de Galicia.
Para los espeleólogos, nada mejor que sumergirse en las decenas de grutas plagadas de estalactitas y estalagmitas, repartidas por doquier en el parque, y dejarse llevar por la aventura hacia las profundidades. La abundancia de cuevas propicia la existencia de murciélagos, que pueden considerarse como otro de los tesoros del parque, ya que, en este entorno protegido, se refugian nueve especies catalogadas.
La primera huella del hombre en el parque todavía es visible, pues aún se conservan algunos tramos de la Vía XVIII, construida por los romanos para unir Astorga con Braga. También fueron los romanos quienes empezaron a extraer el oro del Sil, actividad que se mantuvo hasta hace pocas décadas. Las «aureanas do Sil», de las que daba testimonio escrito el propio Miguel Delibes, eran buscadoras de pepitas que aún se recuerdan en la zona.
Para conocer el parque da Serra da Enciña da Lastra en toda su diversidad, nada mejor que elegir alguna de las varias rutas señalizadas. Dejándonos llevar por senderos que transcurren entre encinas centenarias, comprobamos cómo el paisaje abrupto de las cumbres contrasta con la paz del río, que fluye remansadamente. Vale la pena pararse a contemplar las vistas en cada uno de los miradores y dejar que el alma se reconforte con las imágenes que nos ofrece el entorno.
Fotógrafos, espeleólogos, poetas, senderistas, ornitólogos, pintores… Todos pueden dar rienda suelta a su pasión en el Parque Natural da Serra da Enciña da Lastra. Aquí, nosotros hemos tenido el privilegio de empaparnos de naturaleza para olvidar el asfalto: un tronco surcado por el paso del tiempo, una flor única en el mundo, el incesante fluir del río en calma, el rumor del viento entre los alcornoques, el sol y las nubes jugando con los Penedos de Oulego, las cuevas llenas de misterios, la sombra de una encina, el olor a tomillo…
Y tú, ¿te lo vas a perder?
Puede que te interese también Senderismo por la desembocadura del Miño
Ver Parque natural de la sierra de la Encina de la Lastra – Rubia en un mapa más grande