La señora Raquel tiene «ochenta y tantos» años y en su cuerpo menudo se aprecian las señales de una vida dura, pero sus ojos sonríen con la alegría serena de las personas que saben que la vida es demasiado preciosa como para gastarla en malos humores. Nos está esperando delante del Museo do Liño da Palleira do Xardín perteneciente a la Rede Etnográfica da Veiga, en el pequeño pueblo de Requeixo, en el municipio ourensano de A Veiga, dispuesta a mostrarnos con detalle algo que conoce muy bien: el proceso de cultivo y elaboración del lino, con el que, hasta no hace muchas décadas, elaboraban sus ropas las gentes de la comarca.
Fran Zabaleta
Fotografía: Pío García
Es una de esas tardes tórridas de los veranos de montaña en que hasta los pájaros se refugian bajo las hojas de las frondosas, incapaces de levantar el vuelo, pero la señora Raquel parece tan fresca como si acabara de levantarse. Posee una energía que hace que me sonroje al pensar en las muchas ocasiones en que me quejo por estar cansado
Enseguida congeniamos, es difícil no hacerlo con una persona así, y nos conduce al interior del edificio del museo de la Rede Etnográfica da Veiga, una antigua palleira particular cedida al ayuntamiento para crear este pequeño museo del lino y rehabilitada con mimo. Las palleiras, por cierto, eran edificaciones que se empleaban para guardar la hierba para el ganado, los aperos agrícolas y las gavillas o mañizos de lino.
—Co liño faciamos sacos para coller o pan e para o grao, as roupas para homes e mulleres, os trapos da casa e as sabas para a cama…
Escuchar a la señora Raquel es embarcarse en un fascinante viaje por nuestro pasado. Nos cuenta cómo se sembraba el lino, allá por el mes de abril, y cómo se recogía, cómo se metía en el río «para cocelo» durante ocho días y después se extendía al sol para que abriera, cómo se mazaba y se desbordaba para quitarle «o pao», la cáscara exterior…
Pero no solo nos explica el proceso. Mientras habla, nos va demostrando paso a paso cada una de las faenas que convierten la planta del lino primero en madejas de hilo y después en lienzos de tela fresca y resistente. Para mí, que me crie en una ciudad, es como desvelar un misterio, como asistir a una transformación alquímica fascinante.
En otras ocasiones, en otros museos, había tenido ocasión de ver las mazas, la debanadora, la urdidora, los husos y los telares, e incluso asistí más de una vez a las explicaciones de algún guía sobre el proceso. Sin embargo, solo en esta ocasión, disfrutando de la demostración y contemplando la habilidad de la señora Raquel, he visto y he comprendido cabalmente cómo se elaboraban los paños de lino.
La señora Raquel y las personas de su edad son libros abiertos que nos hablan de un tiempo que ya se fue. Son los últimos eslabones de una cadena de conocimiento acumulado durante siglos, poseedoras de los saberes que permitieron a nuestros antepasados enfrentarse con éxito al duro mundo en que vivían. Guardan en la memoria un vasto caudal de nombres, procedimientos, técnicas y destrezas íntimamente vinculadas con el mundo natural que estamos obligados a conservar si queremos comprender de dónde venimos y cómo hemos llegado hasta aquí.
Afortunadamente, el Museo do Liño da Palleira do Xardín no es único. Forma parte de la Rede Etnográfica da Veiga, un interesantísimo conjunto de edificaciones distribuidas por diferentes localidades del municipio de A Veiga, en Ourense, que albergan telares, una forja, molinos y hornos comunales de pan. Una red de actividades tradicionales que cuenta con dos peculiaridades que la hacen única: las edificaciones y los útiles permanecen en su lugar original y son los vecinos los que, de forma voluntaria, atienden a los visitantes y les explican cómo funcionan.
Este municipio, en cuyo término se alza el macizo de Pena Trevinca, la mayor altura de Galicia (2.127 m), es un paraíso para los amantes de la montaña y la naturaleza, una espesura de bosques atravesados por senderos y salpicados de pequeñas aldeas, un destino excepcional para las actividades náuticas en el embalse de Prada y un tesoro etnográfico espléndidamente conservado como es la Rede Etnográfica da Veiga.
Cuando nos despedimos, la señora Raquel me planta dos sonoros besos en las mejillas. Me alejo con la sensación de que he disfrutado del raro privilegio de atisbar, como si espiara a través de un ventanuco, un instante de nuestro pasado. Y felicitándome por el acierto a la hora de escoger destino.
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Turismo A Veiga
Es necesario concertar cita. Son los vecinos de los pueblos, en su mayoría personas de la tercera edad, quienes, en calidad de voluntarias, atienden a los visitantes.
Tlf. 988 350 130