Funchal

Sabores de la capital de Madeira

No he volado hasta Madeira para quedarme en Funchal. Como tantos otros viajeros, he venido buscando naturaleza viva y diversa, paisajes de mar y montaña para incorporar a la ya extensa colección que guardan mi cámara y mis retinas.
Pero una cosa es lo que buscas y otro lo que encuentras. Y, como antes le sucedió a tantos otros viajeros, he descubierto en Funchal mucho más de lo que esperaba. Por historia y por singularidad, por sus sabores y por su carnaval, la capital de Madeira bien merece posponer un par de días las rutas de senderismo que me han traído hasta aquí.

Marcos González Penín
Fotografía: Pío García

Funchal Madeira
Funchal Madeira

Funchal. La ciudad vieja

La decisión la tomé en el avión. Mi compañero de asiento, un madeirense que volvía a casa, fue el responsable de presentarme una ciudad que resulta interesante desde el propio emplazamiento que escogieron los colonizadores portugueses, una bahía bañada por el sol donde crecía abundantemente el hinojo, el funcho que le acabaría dando nombre.

La ciudad vieja Funchal Madeira

Seiscientos años después, los aromáticos campos han dado paso a una ciudad moderna, consciente de su singularidad isleña, que vive del turismo y del comercio, que ha sabido integrar su legado y su presente ofreciendo un intenso cóctel de sensaciones al viajero.
 Buen ejemplo es la ciudad vieja por la que comienzo mi visita. Estrechas calles adoquinadas en las que las fachadas de los antiguos edificios contrastan con los modernos teleféricos que pasan sobre sus tejados, donde los restaurantes tradicionales se alternan con puertas decoradas con originales murales.

La ciudad vieja Funchal Madeira
La ciudad vieja Funchal Madeira

Funchal. Fuerte de São Tiago

Aunque entre mural y mural, algo parece no encajar. Quizás es mi culpa, que vengo mal acostumbrado por la impresionante historia que atesoran la mayoría de las grandes urbes del viejo continente. Quizás sea el agravio comparativo lo que me hace pensar que este casco viejo… tampoco parece tan viejo. Soy consciente de las obvias limitaciones de la isla, al fin y al cabo estaba deshabitada hasta el siglo XV. Pero aun así… ni siquiera veo edificios y monumentos que parezcan proceder de estos comienzos.

Fuerte de São Tiago Funchal Madeira

Le pregunto a una pareja entrada en años que me tiene pinta de ser de aquí, pero lo único que consigo es que me miren como un bicho raro, así que me quedo con la duda hasta que llego a mi primera parada: el fuerte de São Tiago.
Allí, un panel informativo me indica que la fortaleza fue construida como respuesta al asedio y saqueo que sufrió Funchal a manos de corsarios franceses, que arrasaron una ciudad virtualmente indefensa que poco después de un siglo de su colonización ya despuntaba como centro de comercio. Una tragedia que al menos resuelve mi duda y me permite centrarme en un fuerte que destaca por el amarillo intenso de sus paredes, las buenas vistas y el museo de arte contemporáneo que acoge en su interior.

Fuerte de São Tiago Funchal Madeira
Fuerte de São Tiago Funchal Madeira

Sé de Funchal

Aunque confieso que me cuesta disfrutarlo. No me detengo demasiado en el fuerte, tampoco en el coqueto ayuntamiento del siglo XVIII que tenía previsto como segunda visita. Se me ha metido en la cabeza la idea de encontrar algo que me remita a aquella primera época de colonización, algo que sobreviviera intacto al ataque de los piratas.
Así que, siguiendo las indicaciones de los viandantes, me dirijo a una catedral bastante diferente de lo que estoy acostumbrado.

Sé de Funchal Madeira

Que nadie piense en fachadas historiadas, pináculos góticos o gigantescas vidrieras. La superviviente catedral de Funchal es una mole sin apenas ventanas, con una sobria fachada que ofrece como únicas concesiones ornamentales un pequeño rosetón y un discreto pórtico.
Pero, una vez en el interior, la catedral florece exuberante como la naturaleza de la isla, con un hermoso techo de madera y llamativas capillas entre las que destaca la que mandó construir el rey Manuel I hace quinientos años, con un historiado retablo en el que no faltan tallas doradas, esculturas y óleos sobre tabla.

Sé de Funchal Madeira

Jardín municipal

Me quedaría el resto de la mañana descubriendo los recovecos de la sé, pero recuerdo que tengo una cita. He quedado con un guía de una empresa que organiza viajes bastante completos a Madeira, con rutas de senderismo guiadas, salidas al campo y sendas botánicas, además de proyectos solidarios y todo tipo de cursos y actividades relacionadas con el mundo botánico y el medio ambiente.

Jardín municipal Funchal Madeira

No soy mucho de viajes organizados, pero cuando los conocí en España me inspiraron confianza y me planteé aventurarme con ellos por la isla. Y aunque finalmente ganó mi carácter independiente, decidí acompañarles al menos para conocer el jardín municipal de Funchal.
Así que de su mano cambio el pasado glorioso grabado en piedra de la sé al fértil presente que me ofrece el antiguo convento de los franciscanos en la ciudad, hoy reconvertido en un gigantesco jardín de 8.300 metros cuadrados que me sirve como aperitivo de la diversidad natural que vine buscando a Madeira, esa que tendré tiempo de descubrir en profundidad cuando me aventure por la levada das fontes, la punta de San Lorenzo o el Caldeirão Verde.

Jardín municipal Funchal Madeira
Jardín municipal Funchal Madeira

Mercado dos lavradores

Es la primera parada de un carrusel de colores y sabores en el que poco a poco me voy olvidando de la historia ante la vida que desborda esta ciudad. Porque del jardín municipal paso al mercado dos lavradores, un verdadero paraíso caleidoscópico en el que los madeirenses parecen haber exprimido a fondo la naturaleza de su isla en busca de una flor o una fruta que ilustre cada color imaginable.

Mercado dos lavradores Funchal Madeira

En el mercado no faltan puestos de carne o pescado, pero decido ignorarlos y convertirme en una ola más de la marea de gente que se agolpa en los puestos de frutas y especias, en los que me reciben vendedoras ataviadas con trajes tradicionales proponiéndome a gritos que pruebe maracuyás, anonas, pequeñas pitangas… y la joya de la corona, las pequeñas bananas endémicas de las islas, que según me cuentan con entusiasmo, son más dulces y sabrosas gracias a su pequeño tamaño.

Mercado dos lavradores Funchal Madeira
Mercado dos lavradores Funchal Madeira

No tengo interés ni energía para contradecirlas, así que voy probando tanto las bananas como el resto de frutas que consiguen colocarme, atiborrando mi paladar de dulces, ácidos y amargos hasta que llega un momento en el que me cuesta diferenciar guayabas de chirimoyas, en el que agradezco cuando por fin intentan venderme algo diferente, lo que parece una especie de bizcocho.

Mercado dos lavradores Funchal Madeira

Fábrica santo António

Resulta ser un bolo de mel, un postre de origen británico que tradicionalmente se preparaba en la isla por navidad, pero que no será la última vez que me cruce en este cálido mes de febrero. Cosas del turismo de masas, imagino.
Además de la miel de caña que le da nombre, el bizcocho que me ofrecen lleva harina, levadura, anís, canela, clavo, nueces, almendras, vino, naranja… Un cóctel arriesgado que no me disgusta, como le hago saber al vendedor, que en un alarde de generosidad empresarial me recomienda que si le gustan los suyos no puedo dejar de probar los de la fábrica santo António.

Fábrica santo António Funchal Madeira

Así que hasta allá me acerco, para descubrir que se trata de mucho más que una tienda de dulces convencional, toda una institución que lleva funcionando desde 1893. Los bolos de mel son una de sus especialidades, pero además tienen todo tipo de pastas y galletas, con las que lleno mis alforjas para los días venideros. Y de paso decido completar mi primer contacto con la gastronomía isleña con una visita a las vecinas bodegas Blandy, de las más antiguas de la isla.

Fábrica santo António Funchal Madeira
Fábrica santo António Funchal Madeira

Bodegas Blandy

No es que yo sea un gran experto en el mundo del vino. Pero sé lo suficiente para notar algo diferente en los procedentes de estas islas. Así que disfruto especialmente este recorrido entre viejas botellas y barricas, en el que me descubren un proceso llamado estufagem con el que tratan de imitar el efecto de los largos viajes en barco que antiguamente tenían que asumir los vinos madeirenses.

Bodegas Blandy Funchal Madeira

Para ello se valen de cubas de acero inoxidable calentadas por agua o de los más tradicionales canteiros, barricas de madera que reposan durante años en bodegas cercanas al mar sin refrigeración ni calefacción, expuestos a la climatología y a la humedad para generar unos caldos singulares. Es un proceso fascinante, que me motiva para comprobar empíricamente los matices de unos cuantos vinos antes de abandonar la bodega.

Bodegas Blandy Funchal Madeira
Bodegas Blandy Funchal Madeira

Carnaval

Cuando por fin salgo a la calle se ha hecho la noche y de primeras tengo la impresión de que quizás me he pasado un poco, porque Funchal ha explotado ante mí en una cacofonía de música y color que bien podría ser el delirio de un borracho.
Una multitud inunda las calles, contemplando un interminable río de personas que desfilan vestidos con aún más tonalidades que las que vi en el mercado dos lavradores, bailando al ritmo de una atronadora samba que me hace pensar que he viajado hasta el mismísimo Río de Janeiro.

Carnaval Funchal Madeira
Carnaval Funchal Madeira
Carnaval Funchal Madeira

Pero no, sigo en Funchal y no me he pasado con los vinos. Es sábado de carnaval y este es su famoso desfile alegórico, con más de mil participantes, imponentes carrozas de colores, coreografías ensayadas al milímetro… Y sobre todo alegría. Una alegría que contagia, que llena de energía. Que me hace olvidarme de mis planes, que me anima a bailar y disfrutar en este mar de gente hasta bien entrada la noche. Vine a Madeira buscando naturaleza viva. Tendrá que esperar. Porque quizás esto no sea naturaleza, pero, como dirían en Costa Rica, también es pura vida.

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Carnaval Funchal Madeira

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