El barrio de la Magdalena rememora la época dorada que vivió Ferrol durante el Siglo de las Luces. En un paseo por el Modernismo ferrolano aún podemos imaginar aquellos tiempos en los que la ciudad era un hervidero de uniformes de la marina y de burgueses recién llegados de América, que veían en Ferrol una urbe en la que invertir su fortuna. Vivía sus mejores años, y de ello son muestra las galerías talladas en madera, los hierros forjados con motivos vegetales y animales o las enormes vidrieras que cubren las imponentes fachadas. Detrás de cada edificio se esconden miles de testimonios que componen la historia de una ciudad que evoca la gloria de aquellos días.
Tamara Novoa Alonso
Fotografía: Pío García
El año 1726 es, posiblemente, el más importante en la historia de la ciudad. Fue en esta fecha cuando el rey Felipe V decidió crear el Arsenal Militar de Ferrol. Desde ese momento, el crecimiento urbano fue imparable: pasó de ser una villa pesquera de unos cientos de habitantes a convertirse en la ciudad más importante de Galicia. En 1761, Carlos III aprobó la creación del barrio de La Magdalena, que funcionaría de nexo entre barrio de los pescadores creado entorno al puerto de As Cruxeiras y el ensanche proletario de Esteiro. El de La Magdalena daría cobijo a las clases más adineradas: oficiales de la marina, técnicos de construcción y comerciantes.
El barrio de La Magdalena emana clase, elegancia y es belleza pura. Sus calles forman una cuadrícula perfecta por la que es imposible perderse. En ellas se erigen majestuosos edificios que impresionan al visitante, construcciones que albergan en su interior comercios y cafés con la magia de otros tiempos, una época en la que los hombres llevaban bombín y las mujeres comenzaban a luchar, aunque silenciosamente, por hacerse un hueco en la historia.
El Modernismo ferrolano tiene nombre propio: Rodolfo Ucha Piñeiro. Él fue el arquitecto municipal entre los años 1909 y 1936. Conocido como «el Gaudí gallego», Ucha convirtió La Magdalena en un museo urbano. Con su mirada racionalista trasladó la belleza a elementos de uso cotidiano. El arte dejó de estar relegado a unos pocos para inundarnos y pertenecernos a todos, haciendo uso de técnicas modernistas que sitúan a la ciudad en la ruta del modernismo europeo.
Un paseo por el Ferrol modernista podría comenzar en la Plaza de Galicia, que actúa como punto de unión entre distintos ferroles. El marítimo y naval que se abre desde la plaza a través de la majestuosa puerta del Dique; el Ferrol verde de la alameda de Suances, más conocida como los Cantones; y el modernista, en la propia plaza podemos observar dos de los mejores ejemplos arquitectónicos de la villa.
Por una parte el Teatro Jofre, un edificio tan esplendoroso por dentro como por fuera, cuya fachada fue restaurada por Ucha, que también incorporó el pórtico. Sobresalen por encima de los capiteles unas máscaras que simbolizan la comedia y la tragedia. Por el escenario del Jofre han pasado los mejores artistas de los últimos cien años.
Frente al teatro, la oficina de correos: un interesante edificio del Modernismo ferrolano que conserva en su interior una vidriera que inunda de color el edificio. Grabado en la cristalera podemos observar el escudo de la II República, que resistió los tiempos de dictadura.
Desde la plaza accedemos al barrio de La Magdalena a través de la Rúa Concepción y, haciendo esquina, encontramos la casa Romero, un imponente edificio del Modernismo ferrolano, con un gran número de ventanas simétricas. Su entrada principal está en la esquina con la calle Magdalena; en su interior está el Café Stollen, que conserva el ambiente de principios del XX.
Continuamos recto por la calle de La Magdalena hasta el número 61, donde se erige uno de los mejores ejemplos de construcción residencial: la casa Munduante, que destaca por sus galerías y forja azul. Fue en Ferrol donde por primera vez se utilizaron las galerías, un elemento que se repite hoy en día en todas las ciudades gallegas y que sirve de transición entre la calle y el hogar, muy conveniente por el clima húmedo de la región.
Una calle más arriba está la Rúa Real, famosa por las compras y el tapeo. Las paredes rojas de la casa Brañas nos alertan en seguida de lo singular de este edificio. En su interior está el Bazar Acevedo, una de las mueblerías con más solera de la ciudad, un negocio familiar que ha ido pasando de una a otra generación.
Paralela a la Rúa Real discurre la Rúa Dolores, en la que podemos encontrar la Fonda Suiza, que conserva una fachada del Modernismo ferrolano en blanco que la hacen destacar entre el resto de construcciones del entorno. En la Rúa María se erige la casa Pereira, uno de los ejemplos más claros de la influencia de Gaudí en Ucha y cuya fachada destaca por su libertad compositiva.
Al final de esta calle encontramos la Plaza del Amboaxe. Se trata del punto de encuentro de los ferrolanos, una plaza llena de vida y terrazas, donde juegan los pequeños y comparten conversación los mayores. Un lugar idóneo en el que tomar algo y descansar del trasiego ferrolano.
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