Ariel Martínez
Dirección y fotografía: Pío García
Una costa muy viva
La Costa da Morte es una de las zonas más bellas y peligrosas que podemos encontrar en el litoral coruñés. Este tramo costero está considerado como uno de los más peligrosos de la Península debido a que la fuerza del mar y los frecuentes temporales hacen muy difícil su navegación. Tan fatídico y aterrador nombre se debe a los incontables naufragios que se produjeron en esta costa a lo largo de la historia.
Curiosamente, el término «Costa da Morte» no es gallego. En realidad, fue una escritora inglesa, Annette Meaking, la que así la bautizó a principios del siglo XX, conmocionada por las espantosas muertes que había sufrido la marina inglesa. Algunos de los naufragios más sonados son el del acorazado Captain de la Royal Navy en 1870, en el que perecieron más de cuatrocientos marineros, o el del buque Serpent, en 1890, con ciento setenta y cinco víctimas mortales. Al lado de la playa donde se hundió el Serpent se procedió a enterrar los cuerpos en lo que hoy se conoce como «el cementerio de los ingleses».
Pero esta zona también nos ofrece un lado más benévolo, capaz de hacer que nos olvidemos de nuestra rutina. Sus numerosas ensenadas, dunas y playas no solo son refugio para aves marinas, también son un descanso para el hombre.
Malpica de Bergantiños, en la comarca de Bergantiños, es un claro ejemplo de típica villa marinera. Fue el principal puerto ballenero de Galicia y hoy es uno de los más importantes puertos de pesca de bajura. En la casa del pescador de la localidad se guardan murales del pintor gallego Urbano Lugris, nacido a principios del siglo XX, que combina en sus pinturas un sutil surrealismo con su amor por la vida marinera.
Al santo católico Adrián se debe una leyenda que ha dejado una huella visible en la zona. Según cuentan, se encontraba predicando por estas tierras cuando la comarca se hallaba asolada por una plaga de serpientes. San Adrián fue capaz de expulsarlas y, en gratitud, el pueblo le erigió una ermita. Sucedió en el siglo XVI en el hoy llamado cabo de San Adrián, un lugar privilegiado desde el que se puede ver el pueblo de Malpica y las islas Sisargas.
Son estas un pequeño archipiélago formado por tres islas: Grande, Chica y Malante, además de algunos pequeños islotes. En ellas es posible encontrarse todavía con los restos de una ermita, la de santa Mariña, que fue destruida en el siglo X durante las invasiones normandas. También hay dos faros, el primero de 1853 y el actual de 1919. Los fareros solían vivir en la isla, pero ya no: hoy el archipiélago es refugio para especies migratorias, aves en peligro de extinción y colonias de gaviotas.
La Pedra da Serpe es un monumento curioso ubicado en Corme, en la aldea de Gondomil. La roca tiene esculpida una serpiente alada. Podemos encontrar aquí, de nuevo, la mano de san Adrián, puesto que la leyenda cuenta que bastó que el santo golpeara el suelo para hacer desaparecer a todas las serpientes bajo esa roca. Una de ellas quedó petrificada, y en señal de victoria se le clavó una cruz encima.
Lo cierto es que este monumento sigue siendo un misterio y se especula sobre su origen. El culto a las serpientes existe desde tiempos inmemorables, pero lo curioso en este caso es que se trate de una serpiente alada, hecho poco común por estos lares. La cruz que se clavó encima debía de representar la victoria del cristianismo sobre lo pagano, una cultura arraigada que nunca desapareció del todo.
En la parroquia de Mens se sitúa la fortaleza medieval de Torres de Mens. Fue residencia de los condes de Altamira y pasó después a manos de los Moscoso. Sus tres torres de sillería son rectangulares y debido al paso del tiempo perdieron las almenas. La torre del homenaje es fácilmente reconocible gracias a su balcón de madera. En 1467 fue derribada en la famosa revuelta de los irmandiños, aunque su dueño la reconstruyó después. Así llegó hasta nuestros días, en que se le reconoce su valor histórico. En 1949 fue declarado Monumento Histórico Nacional; en 1993 recibió el prestigioso premio Europa Nostra, un premio otorgado a los actuales propietarios por su gran labor de conservación del monumento, y en 1994 se declaró Bien de Interés Cultural.
Por cierto que, como en todo castillo que se precie, también aquí existe una leyenda que vincula la fortaleza con la cercana iglesia de Santiago de Mens mediante un pasadizo secreto.
El cabo Roncudo es una de las puntas más famosas de la Costa da Morte. Aquí el mar bate con furia contra el escarpado paraje, hasta el punto de que fue este ronroneo constante el que le dio nombre. Ha sido escenario de múltiples naufragios y desapariciones. Tal vez la imagen más impactante sea la de las cruces blancas que se erigieron en homenaje a los valientes percebeiros y marineros que perdieron sus vidas en estas aguas. El mar parece desprenderse de sus manjares solo a regañadientes y convierte la labor de los percebeiros en una auténtica odisea. El premio a tan ardua labor son los percebes más sabrosos del mundo. Es tan importante este crustáceo para la zona que en el mes de julio se celebra una multitudinaria fiesta gastronómica en su honor.
Lo más destacable de Ponteceso es su puente de cinco arcos del siglo XIX que cruza por encima del río Anllóns. Pero este pequeño municipio también es conocido por ser la cuna del «bardo de Bergantiños», Eduardo Pondal. El poeta, nacido en 1835, es el artífice del himno gallego. Junto a la orilla del río se puede ver el pazo donde nació.
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