Ría de Vigo, el tesoro de Julio Verne

El capitán Nemo surcaba la Ría de Vigo, esta parte del océano Atlántico en 1868

El 18 de febrero de 1868, el Nautilus, al mando del capitán Nemo, entraba en la Ría de Vigo e inmortalizaba literariamente este pedazo de la geografía gallega. Julio Verne dedicó todo un capítulo de su libro 20.000 leguas de viaje submarino a Vigo y su ría, y no lo hizo por casualidad. El escritor francés, buen conocedor de la historia, escogió muy a propósito esta ubicación porque había sido testigo en el siglo anterior de la conocida batalla de Rande.
Los hechos tuvieron lugar en 1702. Por entonces, en plena Guerra de Sucesión española, en la Ría de Vigo se produjo un hecho de armas trascendental: un enfrentamiento de navíos españoles y franceses contra ingleses y holandeses que terminó con la derrota francoespañola y el hundimiento de gran parte de la flota de Indias en la ensenada de San Simón, en la parte más recogida de la ría. Durante siglos se creyó que con esos barcos se había hundido un gran tesoro, el que cada año llegaba de las minas americanas. No era cierto, pues gran parte de ese tesoro había sido desembarcado antes del combate naval, pero las lenguas desataron pronto la imaginación y durante décadas muchas expediciones trataron de encontrar los restos de los pecios y del tesoro.

Tamara Novoa Alonso
Fotografía: Pío García

Islas Cies

Julio Verne utilizó estos hechos en su novela más submarina. De hecho, convirtió al tesoro y a la Ría de Vigo en el banco particular del capitán Nemo, el lugar al que acudía para llenar sus arcas cada vez que se encontraba escaso de fondos: le bastaba con acercarse hasta la ensenada de San Simón en el Nautilus y mandar a unos cuantos buzos a cargar los petates de monedas americanas.

Vigo

«¡El Atlántico! Inmensa extensión de agua, cuya superficie ocupa veinticinco millones de millas cuadradas, con una longitud de nueve mil millas por una anchura media de dos mil setecientas. ¡Importante mar, casi ignorado de los antiguos, excepto quizás de los cartagineses, esos holandeses de la antigüedad que en sus peregrinaciones comerciales recorrían las costas occidentales de Europa y África!», así arranca el capítulo octavo de 20.000 leguas de viaje submarino, que transcurre íntegramente en la Ría de Vigo. En él Nemo le explica a su prisionero, el biólogo Pierre Aronnax, todos los acontecimientos aquí acaecidos. «Pues bien, señor Aronnax, estamos en la bahía de Vigo y solo de usted depende que pueda conocer sus secretos».

Puente de Rande

A lo largo del episodio incluye varios datos históricos que explican lo ocurrido en Rande un siglo antes… O, al menos, lo que Verne quería hacer creer a sus lectores que había sucedido.
Bajo el reinado de Felipe V todas las mercancías procedentes de las Indias Occidentales debían desembarcar en el puerto de Cádiz. Debido a la situación de guerra contra Holanda e Inglaterra, que trataban de desalojar a Felipe V del trono español, el almirante Château-Renaud, al frente de la flota francoespañola y sabedor de que los enemigos recorrían el Atlántico, decidió refugiarse en la Ría de Vigo. El 22 de octubre de 1702, los navíos ingleses y holandeses llegaron a la ría.

Ria de Vigo

Lo que sucedió lo cuenta Verne en el libro: «El almirate Château-Renaud se batió con bravura, a pesar de la inferioridad de sus fuerzas, pero cuando vio que las riquezas del convoy iban a caer en poder de los enemigos, incendió los galeones, que se sepultaron con sus inmensos tesoros en el fondo del mar».
No fue tal, pues antes del combate el tesoro había sido depositado en carretas que lo transportaron tierra adentro para ponerlo a salvo, pero la posibilidad de que estuviera todavía en el fondo de la ría era, sin duda, mucho más interesante. Y, al cabo, ¿no estamos hablando de una novela?
Julio Verne no visitó Vigo hasta diez años después de publicar este libro. Fue en 1978 y por casualidad, cuando a bordo de su barco de recreo, el Saint Michel III, tuvo que refugiarse de un temporal. A través de las anotaciones en su cuaderno sabemos que en esta primera visita presenció la procesión del Cristo y la fiesta de la Reconquista, que en aquel entonces se celebraba en junio. También habla de la ensenada de San Simón, a la que califica de «un verdadero fiordo».

Isla de San Simon

Seis años más tarde volvió a recalar en la Ría de Vigo, esta vez tras la avería de su barco. En esta ocasión subió hasta el monte de O Castro y apuntó: «Vista admirable. La bahía y los valles». Sus visitas suponían toda una revolución para la alta sociedad de la época, que se apresuraba a agasajar al escritor, ya por entonces toda una celebridad.
Hoy en día, el vínculo del autor con Vigo sigue latente. En As Avenidas, en el puerto vigués, encontramos una estatua de Julio Verne apoyado en un pulpo, elaborada por el escultor José Morales. Otra alusión al literato son la serie de esculturas que se han instalado en la ensenada de San Simón, debajo del agua, en las que está representado el capitán Nemo. Son obra de Ramón Lastra y Sergio Portela.
Si queremos acercarnos a la historia de la batalla de Rande, en el monte de O Castro encontramos el monumento de las anclas y los galeones, diseñado por Desiderio Pernas y que rememora dicha batalla. Además, en Rande ha sido recientemente inaugurado el Museo Meirande, que nos descubre todos los entresijos de este episodio de la historia.

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