Escenario de obras literarias, como “Todo esto te daré”, de Dolores Redondo, ganadora del Premio Planeta 2016, o de la novela de Xavier Quiroga que lleva el mismo nombre, O Cabo do Mundo no solo figura en el mapa sin más, sino que es una de esas excepciones en las que la realidad supera la ficción.
Ana Patiño
Fotografía: Pío García
Como dijo en una ocasión el escritor nacido en O Saviñao, que es uno de los rincones clave de este encantador punto de la geografía gallega, “O Cabo do Mundo existe y funciona como metáfora de lo esencial de la vida”.
Su nombre recoge todo el significado de un lugar en el que los momentos llegan a cobrar valor. En castellano, sería algo así como “el fin del mundo”, con connotaciones positivas. Dependiendo de la perspectiva con la que vivamos esos días, puede llegar a ser el punto en el que nos encontremos a nosotros mismos deslumbrados por la belleza de su naturaleza y exuberante vegetación o, por otra parte, donde pasemos las horas más divertidas de un fin de semana en el que hemos decidido descubrir nuevos enclaves en compañía de nuestra pareja o nuestro grupo de amigos.
No es difícil sentirse el rey o la reina, por un instante, observándolo todo desde el mirador de A Cova, desde donde se pueden contemplar las más impresionantes panorámicas del meandro Cabo do Mundo, donde a solo un kilómetro se encuentra la playa fluvial del mismo nombre. Toda una invitación al descanso y al disfrute del entorno, en Seoane.
En tres palabras, este lugar en el que el Río Miño ha dibujado tan preciosa orografía es naturaleza, vino y románico. En cinco, ocio, gastronomía, relax, paisajes y arte, como mínimo. Porque desde luego, ya simplemente su entorno enamora, como bien sabrán aquellos que hayan tenido la oportunidad de visitar cualquier otro rincón de la Ribeira Sacra. Un espectáculo todo el año.
Para disfrutar de este tramo del río, y de la mayoría de rutas para caminar, la mejor opción es desplazarnos hasta la localidad de Chantada, y una buena manera de hacerlo es alejarse de las carreteras principales, recorriendo casi 50 kilómetros sin prisas y parando cada dos por tres para no perder detalle, en una carretera que surca un paisaje espectacular, de silenciosas aldeas y siempre con el Miño como compañía de lujo.
Estamos en Nogueira de Miño, en el extremo oeste de O Cabo do Mundo. En breve llegaremos a la aldea de Pedrido. Con apenas una docena de casas de piedra separadas por senderos, el camino avanza entre robles, castaños y soutos. Cuando llegamos al extremo de la península, después de un entretenido camino, y ya no podemos continuar emprendemos el camino de retorno con la visión más maravillosa del día, la de las vistas del río y sus laderas. Atravesamos los bosques de Chouzán para volver a nuestro punto de partida con grandes dosis de felicidad y paz interiorizadas.
Al día siguiente planeamos conocer las aldeas como Cartemil, Goimil o Nogueira de Abaixo. En este entorno con tantas posibilidades, los amantes del arte pueden disfrutar de construcciones arquitectónicas como la iglesia y antiguo monasterio de Santo Estevo de Chouzán o la de San Martiño da Cova, en O Saviñao, construida entre los siglos XII y XIII. En el cauce del Miño en O Cabo do Mundo, tan solo hay un reflejo, el de las laderas coloridas.
Y, como os decía, una vez más la realidad superó la ficción. La vida en sí misma reafirmó lo que se describe en los libros, sumando el insuperable privilegio de la experiencia propia.
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